El ciclo Cristológico y el Adviento
El pasado Domingo 23 de Noviembre, con la Solemnidad de Cristo Rey en el Modo Ordinario, y con el último Domingo después de Pentecostés en el Extraordinario, ha tenido fin el presente año litúrgico.
Sabemos que el ciclo de lecturas del Misal de San Pío V es anual, mientras que en el de Pablo VI se desenvuelve en tres Ciclos anuales llamados A, B y C; siendo el segundo el que acabamos de comenzar.
Conviene, en esta oportunidad, hacer referencia a lo que significa el Año Litúrgico, y más precisamente el Tiempo de Adviento que tenemos por delante, para lo cual publicamos un fragmento tomado del libro del padre Azcárate "La Flor de la Liturgia"; el que, por ser anterior a la reforma litúrgica, contiene prescripciones que no están ya en vigencia.
EL CICLO TEMPORAL
o " CRISTOLÓGICO"
"Durante todo el curso del año, la celebración del Sacrificio eucarístico y el Oficio Divino, se desenvuelve, sobre todo, en torno a la persona de Jesucristo, y se organiza en forma tan concorde y congruente, que nos hace conocer perfectamente a Nuestro Salvador en sus Misterios de humillación, de redención y de triunfo.
Conmemorando estos misterios de Jesucristo, la Sagrada Liturgia trata de hacer participar en ellos a todos los creyentes, dé forma que la divina Cabeza del Cuerpo místico viva en la plenitud de su santidad en cada uno de sus miembros.
Proponiendo a nuestra meditación, en tiempos fijos, la vida de Jesucristo, la Iglesia nos muestra los ejemplos que debemos imitar y los tesoros de santidad que hemos de hacer nuestros; porque es necesario creer de corazón lo que se canta con la boca, y traducir en la práctica de las costumbres públicas y privadas lo que se cree de corazón."
La parte principal del año litúrgico gira en torno a Jesucristo, como Sol moral de la Iglesia y del Universo, adorando y celebrando los dos grandes Misterios de la Encarnación y de la Redención.
Estos dos misterios, permaneciendo siempre misterios para nosotros, a través de las solemnidades y de los períodos litúrgicos inúndanse de luz y de encantadores hechizos, y llegan a ser realmente para los cristianos, el camino, la verdad y la vida.
Cada uno de estos dos misterios forma su ciclo litúrgico aparte, un ciclo que se encarga de prepararlo y de celebrarlo, y de prolongar más o menos el eco de esta celebración. El centro del uno es el Pesebre, y el del otro la Cruz.
Ellos son:
- El Ciclo de Navidad, que se desarrolla alrededor del Misterio de la Encarnación; y
- El Ciclo Pascual, que celebra el Misterio de la Redención.
EL CICLO DE NAVIDAD
EL TIEMPO DE
ADVIENTO
1. Significado del Adviento.
En el sagrado tiempo de Adviento la Iglesia despierta en nuestra conciencia el recuerdo de los pecados que tristemente cometimos; nos exhorta a que, reprimiendo los malos deseos y castigando voluntariamente nuestro cuerpo, nos recojamos dentro de nosotros mismos con piadosas meditaciones, y con ardientes deseos nos movamos a convertirnos a Dios, que es el único que puede, con su gracia, librarnos de la mancha del pecado y de los males, que son sus consecuencias.
2. Origen y razón de ser del Adviento.
El Adviento (del latín: adventus, "advenimiento", "llegada"), es un tiempo de preparación para el Nacimiento de Jesucristo, en Belén, y representa los cuatro mil y más años que estuvieron los antiguos aguardando y suspirando por la venida del Mesías.
La institución del Adviento como tiempo preparatorio para Navidad, data, en España, de fines del siglo IV, según consta por un canon del concilio de Zaragoza celebrado el año 380, y en el resto de Occidente, de principios o mediados del siglo V.
Vino entonces como a reafirmar la doctrina de los concilios de Éfeso y Calcedonia, proclamando el dogma de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona de Jesucristo, contra la herejía cristológica de Nestorio y Eutiques, y a dar mayor relieve en la Liturgia al misterio de la Encarnación y al de la Maternidad de la Virgen.
Hoy día comienza el Adviento el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de noviembre), o sea, entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, y abarca, por lo tanto, tres semanas completas y parte de la cuarta.
Al principio varió su duración según las liturgias y los países, notándose una tendencia casi general a equiparar el Adviento con la Cuaresma, en el tiempo y aun casi en el rigor.
En las Galias y en España, por ejemplo, y en rito ambrosiano, empezaba el Adviento el día de San Martín (11 de noviembre), y se prescribían como obligatorios para los fieles, dos, tres y hasta cuatro ayunos semanales y casi diarios para los monjes.
La disciplina actual sólo prescribe el ayuno con abstinencia el miércoles, viernes y sábado de las IV témporas, y la Vigilia de Navidad , y en muchos países, en virtud de Bulas e Indultos particulares tan sólo sobrevive el último. Asimismo, para asemejarlo todavía más con la Cuaresma, en los últimos días se cubrían las imágenes y altares, igual que en Pasión.
Por asociación de ideas, a la primera venida de Jesucristo a la tierra, en carne mortal, une la Iglesia el pensamiento de la segunda, al fin del mundo; y, en consecuencia, el Adviento viene a resultar una preparación a ese doble advenimiento del Redentor.
En este concepto tiene este período litúrgico una puerta que mira al pasado y otra al porvenir; de un lado, tiene por perspectiva los millares de años durante los cuales la humanidad esperaba a su Redentor, de otro los siglos que han de transcurrir hasta la hora del cataclismo postrero, en el que ha de zozobrar nuestro planeta .
Cada uno de estos dos advenimientos sugiere a la Liturgia ideas y sentimientos peculiares, que ella expresa con soberana elocuencia e inflamados acentos. Para preparar el primero traduce las ansias y suspiros cada vez más crecientes de las generaciones del Antiguo Testamento, y para prevenir el segundo, alude de vez en cuando al juicio final o alguna de sus circunstancias.
Pero, además de prepararnos el Adviento para el nacimiento histórico de Jesucristo y para el Juicio Final, nos revela cada año al Cristo de la promesa, es decir, al Cristo de los Patriarcas y de los Profetas, al Deseado de los collados eternos, y estrecha nuestras relaciones íntimas con el Cristo místico, cuya venida y completo reinado en las almas prepara también .
El Cristo de la Promesa es el que llena toda la historia y todos los libros del A. Testamento, Aquél en quien creían, a quien esperaban y a quien, sin conocer, amaban todos los justos de Israel. Aludiendo tan a menudo a Él, la liturgia de Adviento nos pone en comunicación de fe, de esperanza y de amor con todas las generaciones creyentes que nos han precedido, y nos persuade de que somos de la descendencia espiritual de Abrahán y herederos legítimos de la Sinagoga.
El Cristo místico es el Cristo viviendo en las almas y reproduciendo en ellas los fenómenos de su vida divina, haciendo de los cristianos otros cristos. Cada Adviento tiende a producir en nosotros un acrecentamiento nuevo de este Cristo místico.
3. Carácter del Adviento.
Considerado a través de la Liturgia, el Adviento, por lo mismo que recoge las ansias e inquietudes de las pasadas generaciones y los entusiasmos y regocijos de las nuevas ante la venida del Salvador, es una mezcla de luz y de sombra, de alegría y de tristeza, de angustiosa incertidumbre y de seguro bienestar. Y este doble aspecto se descubre a cada paso en los textos de la Misa y del Oficio, y también en algunos detalles exteriores de la Liturgia.
La tristeza está más bien dibujada en algunos rasgos exteriores del culto, como son: el empleo en los domingos y ferias de Adviento, de los ornamentos morados, y de las casullas plegadas, o planetas, en lugar de majestuosas dalmáticas; la supresión de los floreros, del órgano, del "Gloria in excelsis", del "Te Deum", del "Ite missa est", y de las bodas solemnes.
Todos estos son indicios indudablemente, de alerta preocupación y tristeza, comunes al Adviento y a la Cuaresma, pero el objeto de uno y otro período litúrgico los diferencia radicalmente, como bien lo manifiesta el uso diario, en Adviento, del festivo aleluya, nunca permitido en Cuaresma.
El carácter de penitencia, que algunos recalcan por demás, le vino al Adviento, en el siglo VII, de la influencia del ayuno monástico, no de su propia esencia y espíritu. Pues de suyo lo repetimos—, es una temporada de recogimiento y de santa y confiada expectación.
4. Etapas del Adviento.
Desde el Papa Nicolás I, en el siglo IX, el Adviento consta de cuatro semanas, cuyos domingos son "estacionales". Cada dominica tiene su Misa y Oficio propios y hermosísimos, y señala un notable avance hacia el venturoso suceso de Belén.
La silueta del Redentor se va perfilando de semana en semana, y adquiriendo nuevos matices y relieves, hasta que, al fin, se le ve aparecer en carne mortal. Paralelamente se va proclamando cada vez más alto la virginal Maternidad de María.
El más célebre de estos domingos es el III, llamado "Gaudete" (alégrate) por la primera palabra del Intróito, y porque traduce a maravilla el espíritu de la liturgia en este día, que es de extraordinaria alegría.
En él suspende la Iglesia todas las manifestaciones exteriores de luto, vistiendo a sus ministros de color rosa y de dalmáticas, engalanando con flores los altares y tañendo el órgano.
En las etapas del Adviento, señala este domingo el punto culminante del progresivo ascenso a Belén. Con ser el equivalente al domingo "Laetare", IV de Cuaresma, no suscita en los fieles tanta alegría como aquél; pero es porque tampoco se hace sentir tanto su ausencia, ya que la tristeza de Adviento es muy moderada y obedece a muy distintas causas, como hemos dicho.
Como a medio camino del Adviento, interpónense las IV Témporas (miércoles, viernes y sábado de la III Semana), que son las que con sus ayunos y abstinencias imprimen a la temporada un cierto tinte de austeridad y penitencia.
Eran éstas las Témporas más importantes del año y las únicas en que, en la antigüedad, se celebraban las Ordenaciones. El miércoles era muy célebre en la Edad Media por su Evangelio "Missus est", que inmortalizó San Bernardo con sus cuatro popularísimos sermones sobre las alabanzas de María.
En él se proclamaban ante el pueblo los candidatos para las Ordenaciones.
Pero la más amena y alentadora de todas es la etapa última, que abarca del 17 al 25, y que, con su repertorio de antífonas propias, a cada cual más vibrante, nos pone al Salvador ocho días antes de nacer, casi al alcance de la mano: "Ecee veniet, dice, Ecce jam venit, De Sion veniet, Egredietur Dóminus, Constantes estofe", etc., y con la fiesta de la Expectación, al menos en España, nos envuelve anticipadamente en un ambiente de cuna.
5. Las "Antífonas O".
Entre las Antífonas que, del 18 al 26 de diciembre, resuenan en los Oficios del Adviento, las más solemnes y más célebres son las llamadas "Grandes Antífonas", o "Antífonas O", por empezar todas con esa exclamación.
Son como las últimas explosiones de las fervientes plegarias de Adviento, y los últimos y más apremiantes llamamientos de la Iglesia al suspirado Mesías.
Según Amalario de Metz, estas Antífonas son de origen romano, y probablemente datan del siglo VII. Fueron, en un principio, siete, ocho, nueve, y a veces, hasta diez y más ; pero desde Pío V se fijó en siete su número.
En cada una llámase al Mesías con un nombre distinto: Sabiduría, Adonai, Oriente, Rey, Emmanuel (Dios con nosotros). Han sido vaciadas todas en un mismo molde literario y traducidas a una misma melodía musical, siendo, bajo ambos aspectos, composiciones clásicas.
En las catedrales y monasterios, entónenlas cada día un canónigo o un monje distinto, revestido de pluvial y entre ciriales y repiques de campanas.
Antiguamente, al menos en las abadías, después del Abad y del Prior las entonaban por su orden: el monje jardinero, el mayordomo, el tesorero, el preboste y el bibliotecario, en atención a la afinidad que creían hallar entre cada uno de esos títulos y sus respectivos cargos.
Servíanse de viejos cantorales, iluminados con miniaturas y perfiles simbólicos. Todo este aparato y el significado mismo de las Antífonas, llevaban a las Vísperas de estos días numerosos fieles, que mezclaban sus voces con las del clero y así disponían progresivamente sus corazones para las alegrías de Navidad.
6. La Vigilia de Navidad.
El Adviento se clausura el 24 de diciembre con una solemne Vigilia que en la Liturgia, lo mismo que en la vida hogareña y social, es como el alboreo de la Pascua, la sonrisa inicial del Divino Infante, y el primer repique del interminable campaneo que ha de estallar en la "Misa del Gallo", al oír cantar a los Ángeles: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!".
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14 comentarios:
EL PAPON PACO1, y su enciclicona rara-rappida producida, progre MOVIDAS ALUCINADAS DE LOS TEOLOGETAS MARXISTAS DE LA LIBERACION, más pro DEMOLICION DE ROMA progre-masona buenista humanistoide. Al diablo no interesa mentarlo REALMENTE , NO.
Evangelii gaudium: le dimissioni del papato?
http://chiesaepostconcilio.blogspot.it/2013/11/evangelii-gaudium-le-dimissioni-del.html
http://blog.messainlatino.it/2013/11/evangelii-gaudium-il-papa-il-vero.html
Si los modernistas festejan la Fiesta de Cristo Rey no saben lo que hacen o están fingiendo, pues el "concilio" al declarar el "derecho" a libertad religiosa ("Dignitatis humanae")niega la doctrina dogmática de la Realeza Social de Nuestro Señor.
En Rusia piensan poner a la religion ortodoxa como religion de estado y restringir mas de lo que estan ahora mismo el resto de religiones.
Nosotros por desgracia destronamos a Cristo y permitimos que falsos credos pongan en peligro las almas.
hace años ya que los ortodoxos rusos son la religión oficial del soviet...¿¿porque pensás que se reunió el patriarca ruso en Metz antes del concilio con el cardenal Tisserant??
Y este año dedicado a que a nada como el año anterior ya no esta dedicado a la fe sino que Francisco ahora lo ha dedicado a la demolición de la iglesia.
Miren nada mas como Francisco niega la realeza de Cristo Rey con su manera astuta de mezclar la verdad con la mentira.
El Sacerdote Paul Kramer comentaba precisamente en esta semana en su pagina de Facebook :
Como he dicho antes, en el sistema de creencias deísta de Bergoglio, no hay lugar para la virtud teologal de la fe. Esto es claramente patente una y otra vez en sus palabras.
http://www.zenit.org/en/articles/pope-s-homily-at-canonization-mass-of-6-new-saints
“El punto de partida de la salvación no es la confesión de la soberanía de Cristo, sino la imitación de Jesús obra de misericordia a través del cual logró llevar a su reino.”
Tu comentario está pendiente de moderación
Nosotros por desgracia destronamos a Cristo y permitimos que falsos credos pongan en peligro las almas.
28 de noviembre de 2013, 16:05
...
nosotros no anónimo
el vaticano segundo y los tres traidores roncalli woytila montini
ellos ocupaban el puesto mas alto del mundo y era para defender la Fe Y NO LO HICIERON SINO AL CONTRARIO ENTREGARON LA IGLESIA A LOS MODERNISTAS.
Estudie lo que fué Balamand, Metz, la ost-politik, anonimo 16:05 y verá quienes son los verdaderos responsables de esta debacle.
Sin embargo, después del Vaticano II el Cardenal Villot proyectó la reestructuración de la Curia Romana. Mucho antes de que Gorbachov hubiese anunciado su programa de perestroika en la Unión Soviética, la Iglesia ya ponía en práctica su propia perestroika en la Curia Romana. El Santo Oficio pasó a tener otra denominación, pero mucho más importante que eso fue la pérdida de su anterior supremacía dentro de la Curia. Ésta fue reestructurada de tal forma que el Cardenal Secretario de Estado se situaba en una posición superior a la de todos los demás dicasterios, incluso el anteriormente llamado Santo Oficio. Éste, con una nueva estructura, pasó a llamarse Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) y el Papa dejó de ser su Prefecto. Quien la dirige ahora es un Cardenal Prefecto (actualmente el Cardenal Ratzinger) y está subordinada a la autoridad del Secretario de Estado.
En el anterior sistema de gobierno — bajo la autoridad del Papa y de Su Santo Oficio —, la Fe y la Moral eran los principales factores que determinaban la política curial. Sin embargo, en la “estructura” posconciliar, bajo las órdenes del Cardenal Secretario de Estado y de su dicasterio (la Secretaría de Estado), es la Línea del Partido — o sea, la política del Secretario de Estado — el factor supremo que determina la formulación de los planes de acción de la Iglesia; hasta el antiguo Santo Oficio, ahora la CDF, se subordina al Secretario de Estado. Por lo tanto, como consecuencia de esa reestructuración, el Santo Padre, el Sumo Pontífice, no es más que una figura decorativa que da su aprobación — como quien pone un sello — a las decisiones que el Secretario de Estado le presenta como un fait accompli [hecho consumado]. Conviene repetirlo: El Papa fue reducido a una figura decorativa al servicio de la dictadura del Secretario de Estado. 21
En el registro masónico exigido por la ley italiana aparece el nombre de Jean Villot — el mismo Villot que dirigió la reorganización curial. Después de su muerte, se encontró en su biblioteca particular una misiva escrita a mano del Gran Maestro de la Logia Masónica a que pertenecía, elogiándolo por haber conservado las tradiciones de la Masonería.22 Como comentó un sacerdote francés que vivía en Roma: «Por lo menos había un área en que era tradicionalista.
http://www.devilsfinalbattle.com/span/ch8.htm
La dictadura del Secretario de Estado del Vaticano
Cada Línea del Partido requiere, para imponerla, un dictador, un jefe del Partido. Si así es, ¿en dónde se originó, dentro del sistema de poder del Vaticano, la Línea del Partido sobre Fátima? Las pruebas son abrumadoras e indican que tuvo origen en la Secretaría de Estado del Vaticano. En este punto, es conveniente hacer una breve retrospectiva.
Antes de nada, en el sentido formal de las cosas — aquello que San Agustín denominaba “la tranquilidad del orden”, o sea, la Paz — la Iglesia no es una dictadura. La dictadura es una institución bárbara. Como dice Eurípides, «entre los bárbaros todos, menos uno, son esclavos.» Nuestro Señor dijo a sus Apóstoles: «Sabéis que los príncipes de las naciones las tiranizan, y que los grandes las oprimen con su poderío. No será así entre vosotros» (Mt. 20:25-26) A pesar de eso, la tranquilidad del orden — la Paz de la Iglesia — ha sido enormemente perturbada en el período posconciliar. Lo que podemos observar actualmente en la Iglesia es que hay dirigentes de la Curia Romana (no se trata del Papa, sino de algunos de sus Secretarios que gobiernan sobre sus súbditos con un despotismo oriental. Para ser más preciso, aplican su despotismo sobre algunos súbditos que desafían la Línea del Partido, mientras la Iglesia como un todo se encuentra al borde de un colapso de Fe y de disciplina que esos mismos potentados ignoran.
¿Cómo pudo suceder todo esto? Desde la reestructuración de la Curia Romana, alrededor de 1967, determinada por el Papa Pablo VI — pero, en realidad, proyectada e implantada por el Cardenal Jean Villot — se hizo posible el comportamiento dictatorial de los dirigentes de los diversos dicasterios romanos. Antes del Concilio Vaticano II la Curia Romana tenía la estructura de una monarquía. El Papa era el Prefecto del Santo Oficio, mientras que el Cardenal encargado del expediente diario del Santo Oficio ocupaba el segundo puesto. Los demás dicasterios se hallaban en un nivel inferior. Así, si, por un lado, tenían su propia autoridad y jurisdicción y, según el principio de subsidiariedad,20 estaban subordinados al Santo Oficio, por otro, el Santo Oficio también estaba directamente subordinado al Papa. Este esquema estaba en perfecta armonía con la Divina Constitución de la Iglesia. El Papa, Vicario de Jesucristo en la Tierra, estaba a la cabeza de toda la cadena de mando.
El uso de la falsa “obediencia” como
forma de imponer la Línea del Partido
En 1917, en el mismo año en que Nuestra Señora se apareció en Fátima, San Maximiliano Kolbe estaba en Roma, cuando presenció la hostilidad declarada de los masones contra la Iglesia Católica, y sus manifestaciones con carteles en que anunciaban su intención de infiltrarse en el Vaticano, de tal forma que Satanás pudiera reinar desde allí y que el Papa fuera su esclavo.23 Al mismo tiempo también se jactaban de que destruirían la Iglesia. Esa intención de los masones de destruir la Iglesia se encaja perfectamente en el famoso precepto masónico: «Destruiremos la Iglesia por medio de la santa obediencia.» Como hemos mostrado en un capítulo anterior, el Obispo Graber de Regensburg (Alemania) reunió otros testimonios similares de masones ilustres, y la propia Instrucción Permanente de Alta Vendita afirmó con todo descaro: «Que el Clero marche bajo vuestro estandarte, pero siempre creyéndose que marcha bajo el de las Llaves Apostólicas.» Es decir: la exigencia de “obediencia” sería aplicada de forma dictatorial, para enflaquecer insidiosamente la verdadera obediencia y hasta la propia Fe.
Así, pues, la reorganización de la Curia en 1967 sería un instrumento para alcanzar tal objetivo mediante la sumisión de toda la Iglesia a la Línea del Partido del Secretario de Estado — incluso la Línea del Partido sobre Fátima — bajo el aspecto de una falsa “obediencia” a una autoridad que indudablemente había excedido los límites establecidos por Dios mismo. Como demostraremos dentro de poco, fue el Cardenal Sodano quien, literalmente, dictó la “interpretación” del aspecto visionario del Tercer Secreto de Fátima — aquel que se publicó omitiendo las palabras de la Santísima Virgen que lo explicaban.
En conexión con esto, el P. Gruner, el Dr. Gerry Matatics — estudioso católico de la Biblia (ex pastor presbiteriano) — y varios otros citaron el comentario al Apocalipsis (12:3 — 4) del P. Herman B. Kramer, en su libro The Book of Destiny [El Libro del Destino], publicado con el Imprimatur en 1956, en un momento muy oportuno, solamente seis años antes de la apertura del Concilio Vaticano II. Con relación al símbolo de la tercera parte de las estrellas del Cielo, comenta el P. Herman Kramer: «Esto quiere decir una tercera parte del Clero» y que «la “tercera parte” de las estrellas obedecerá al dragón», lo cual significa un tercio de los clérigos católicos, aquellos que son “estrellas”, las almas consagradas de la Iglesia.27 Es decir, una tercera parte del Clero católico se pondrá al servicio del demonio, actuando desde dentro de la Iglesia para Su destrucción. El comentario del P. Herman Kramer resalta que el dragón color de fuego — un signo que podría representar el Comunismo, puesto que el rojo es su color representativo — provoca una gran aflicción en la Iglesia al verla enflaquecida por quienes se hallan en Su interior.
El comentario prosigue diciendo que, por medio de este Clero apóstata, el demonio probablemente le impondrá a la Iglesia «la aceptación de morales no cristianas, doctrinas falsas, transigencia con el error, u obediencia a gobernantes laicos en violación de conciencia.» Y sugiere además que «el significado simbólico de la cola del dragón puede mostrar que los clérigos que se disponen a apostatar conservarán sus influyentes posiciones en la Iglesia, después de haberlas alcanzado por medio de hipocresía, fraude y adulación.» El Clero que seguirá al dragón — o sea, al demonio — incluiría a los que «dejaron de predicar la verdad o de amonestar al pecador por medio de un ejemplo eficaz, y que, por el contrario, buscaron la popularidad por su tibieza y por ser esclavos del respeto humano», así como aquellos «que temen perjudicar sus propios intereses y no denuncian las perniciosas prácticas en la Iglesia» y los Obispos «que odian a los Sacerdotes íntegros que se atreven a decir la verdad.»28 Con relación al estado de la Iglesia Católica en los tiempos profetizados en Apoc. 12:3-4, el P. Herman Kramer comenta lo siguiente:
Se nota que disciernen mucho y no pasan entero, Dios nos ayude pues quedamos pocos en el conocimiento de la verdadera Iglesia.
Le agradezco al director o directores de esta pagina enviarme sus publicaciones a khmision@gmail.com gracias.Dios los bendiga y siga guiando.
MARÍA ISABEL
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