Los musulmanes: ¿son hermanos nuestros?

Adelanta la Cultura del Encuentro

No hay verdadera hermandad sin Bautismo

En nuestra opinión, durante el último Ángelus y con su mención de los musulmanes, el Papa ha dado un nuevo paso para estimular la "cultura del encuentro" a la que está llamando incesantemente como hemos dicho AQUÍ.

Frente a una multitud de fieles que lo oían desde la Plaza de San Pedro, el Sumo Pontífice ha dicho:

“Querría dirigir un saludo a los musulmanes de todo el mundo, nuestros hermanos, que hace poco han celebrado la conclusión del mes de Ramadán, dedicado de modo particular al ayuno, a la oración y a la limosna. Come he escrito en mi mensaje para este evento, deseo que cristianos y musulmanes se comprometan en la promoción del respeto recíproco, especialmente a través de la educación de las nuevas generaciones”.

Como habrán advertido nuestros lectores, los llama "hermanos", aún cuando sabe perfectamente que no están bautizados.

Sin embargo el catecismo de San Pío X, se refiere al Sacramento del Bautismo como sigue:

¿Cuáles son los efectos del sacramento del Bautismo?

- El Sacramento del Bautismo confiere la primera gracia santificante, por la que se perdona el pecado original, y también los actuales, si los hay; remite toda la pena por ellos debida; imprime el carácter de cristianos; nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de la gloria y nos habilita para recibir los demás sacramentos.

Recordando también que por la Gracia somos hechos "Hijos en el Hijo", nos preguntamos si pueden ser hermanos nuestros quienes no han aceptado ser hijos adoptivos de Dios en Su Verbo.

Planteo que intenta contestar el breve y sustancioso escrito que presentamos a continuación:

Sólo somos hermanos por la Gracia de Dios

Mirad qué amor tan singular nos ha tenido el Padre:

que no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos.

(1º Jn - 3,1)

Por: Lambertín de Parmentín

Francisco ha llamado “hermanos” a los musulmanes durante el Angelus del Domingo; su fiel intérprete, Elisabeta Piketa, ha hecho notar que esta novedad ha interrumpido una “realidad eclesial” contenida en las afirmaciones del Papa Benedicto XVI en la famosa entrevista de Ratisbona, ocasión en la cual el magno disertante explicó con absoluta claridad y seria afinidad con la doctrina tradicional, qué piensa el catolicismo sobre el Islam –no sobre los musulmanes. (Ver artículo de la cronista de La Nación AQUÍ)

¿Son los musulmanes hermanos de los cristianos, desde el punto de vista de los cristianos? No. La fraternidad cristiana está fundada exclusivamente sobre la filiación divina, la cual se adquiere por medio del Bautismo; sacramento por el cual se nos perdonan el pecado original y todos los pecados personales que tuviéramos, se nos hace hijos de Dios, herederos del Cielo y miembros de la Iglesia.

Esto lo dice, inclusive, el Catecismo católico nuevo juanapablista, números 1265, 1279 y concordantes; se puede leer, si uno acepta compartir el lugar de las necesarias citas de las Sagradas Escrituras, palabra de Dios, con las innecesarias palabras de los hombres, las infaltables e inútiles transcripciones del Concilio Vaticano II.

Así pues, un cristiano es primeramente hermano de un cristiano por la gracia propia del Sacramento del Bautismo.

¿Tiene el hombre otras fraternidades, además de la sobrenatural conferida por el Bautismo? Desde luego existe la fraternidad natural, la cual se da entre hijos de los mismos padres en primerísimo lugar y que es, como si dijésemos, la fraternidad por antonomasia.

Así también se da el nombre de “hermanos” a quienes vienen a constituirse como tales por algún sacramento, como el del Matrimonio; razón por la cual se llama hermanos a los cuñados en muchas partes del mundo.

Por fin, la analogía tolera que se llamen “hermanas” las cosas semejantes o iguales, como las “ciudades hermanas” o los platos o las copas o los cubiertos “hermanos”, de un mismo juego, y así por el estilo, en cuanto están hermanadas por alguna circunstancia generatriz común.

Por extensión de la fraternidad natural y sobrenatural, se denomina “hermano” a quien ingresa a una congregación religiosa, considerándose con toda justicia que se adquiere así cierto grado de fraternidad; primero, por la familiaridad que se da en el trato entre miembros de una misma comunidad; segundo, por que se reconoce como “padre común” a algún santo fundador: San Francisco de Asís o Santo Domingo de Guzmán o San Bruno o San Ignacio de Loyola o San Agustín, a quienes con razón se llaman “padres” en cuanto que regeneran, es decir vuelven a crear dentro de su Santa Regla, a quienes adhieren a ella.

Así pues, no existe una “fraternidad universal” por sí misma o por la posesión mera de la condición humana. A los que tienen este solo ligámen se les llama por esa causa simplemente “congéneres”, pertenecientes al mismo género.

¿No somos todos hijos de Adán y así, en cierto modo, hermanos? Adán es nuestro padre común y en él, somos todos miembros del género humano.
Cristo fue el nuevo Adán, el re–generador del género humano por medio de la Redención; cuyos beneficios se adquieren por medio del Bautismo, que …. (volver arriba...), por cuya razón el cristiano tiene para sí una nueva forma de paternidad que supera la anterior, y que confiere la filiación adoptiva divina.

Así que no existe fraternidad con los hijos de Adan por el sólo hecho de serlo, a menos que se mantuviesen fieles a la Promesa que Dios le hiciera de enviar un Redentor y, así, redimirlo en promesa, al menos.

Los que han rechazado la promesa no tienen derecho al nombre de hermanos en Adán, por que han violentado la fidelidad al padre común apartándose de aquella, la prístina fe del doliente primer hombre en la Promesa Divina.

Los masones creen en una indefinida “fraternidad universal” producto de una macabra ensoñación, pues no creen ni aceptan un Padre común; a lo sumo, admiten un gran arquitecto del universo, que no padre común.
Pero es una hermandad falsa como moneda de lata, porque no existe ninguna razón para tratar a los congéneres como hermanos si falta la condición primera, que es ser hijos de un Padre amoroso.

Dios Nuestro Señor, nos manda amar a los demás como a nosotros mismos, motivo por el cual el trato generoso y fraternal al resto del género humano tiene una clarísima raíz cristiana, como lo prueba el caso de la Parábola del Buen Samaritano, ha poco tratada en este blog.

Por eso los musulmanes no son nuestros hermanos de verdad hasta que el Bautismo acabe con su infidelidad; tampoco lo son los judíos, que no han aceptado la Promesa tal cual Dios mismo quiso que fuera cumplida en Cristo; ni lo son los paganos, que aún no conocen a Dios Padre.

No son nuestros hermanos mayores ni menores, por que no creen en Dios, Uno y Trino: son congéneres a quienes debe amarse, predicarse el Evangelio y administrar los Sacramentos cuando lo acepten. Entonces sí, serán nuestros hermanos.

Por esta espontánea y gratuita fraternidad nos olfateamos en el aire ese tufillo de indiferentismo religioso que acompañó siempre al arzobispo Bergoglio, captado a la perfección por la articulista del diario “La Nación” de Buenos Aires, su antigua sede primada. 

“Ay de mí si no evangelizare” (1 Cor 9,16) suspiraba con santo temor el derrotado del camino de Damasco. Y por todo eso, tenía razón Benedicto XVI en Ratisbona y no tienen razón Francisco ni Elisabeta Piqué.

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Ilustra esta entrada: Retablo donde se ve el bautismo de las moriscas de granada.

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