Monición para el XIII Domingo del Tiempo ordinario
La resurrección de la Hija de Jairo
El Señor, Dios de la vida, no quiere que su creatura se malogre en sentido alguno; y en esto coinciden el designio del Altísimo con el deseo del corazón humano. Sin embargo, la muerte ha entrado en este mundo por el pecado del hombre.
No obstante, seguimos soñando con el proyecto Divino que será alcanzado por la fe, como nos enseña el Evangelio de hoy.
Tanto la hemorroísa como Jairo, vencen la enfermedad y la muerte por su fe en el poder de Jesucristo: “hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud” le dijo a aquella; “no temas, basta que tengas fe” fueron las palabras que oyó el desesperado padre.
Tanto la hemorroísa como Jairo, vencen la enfermedad y la muerte por su fe en el poder de Jesucristo: “hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud” le dijo a aquella; “no temas, basta que tengas fe” fueron las palabras que oyó el desesperado padre.
En la casa de Jairo, los flautistas y las plañideras cumplen su deber de dar a la escena un marcó fúnebre y sombrío. Pero cuando hace su entrada la Luz que ha venido al mundo para disipar las tinieblas del pecado, son echados fuera; pues no hay lugar para el llanto y la tristeza ante el Rey de la Gloria.
Digamos entonces llenos de confianza con el Salmo 29:
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
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