Liturgia de la Palabra en el
VIII Domingo del Tiempo durante el Año
Ciclo A
27 de Febrero de 2011
R.P. Mons. José Salvador Torquiaro
(Audio 21' 07")
Muchas personas, en el convulsionado mundo de hoy, viven preocupadas en razón del dinero; lo cual puede ser justificable actualmente cuando Cristo no reina en la sociedad. Mejor dicho, cuando es la sociedad la que ha gritado "No queremos que éste reine sobre nosotros".
Pero si hay pobres que están angustiados por falta de dinero, sorprende ver cómo los ricos sufren porque les sobra. Son los avaros, los que jamás "dan", incluso ni la mano cuando se les quiere ayudar para sacarlos de un pozo. De ellos se suele decir que viven en tercera clase para no gastar, viajan en segunda porque no hay otro boleto más barato y mueren en primera, con todo lujo. Están más tristes por lo que no tienen, que felices por lo que tienen.
La avaricia es el continuo vivir en la pobreza por miedo de ser pobre, lo cual lleva a ignorar, primero, y odiar, después, la Caridad . Por eso jamás el avaro podrá ser dichoso: puede comprar una cama, pero no el descanso, poseerá una cruz de oro, pero no la Fe, tendrá quizá una tumba magnífica, pero todavía no se venden lotes en el Cielo.
El pecado del avaro y de los que viven angustiados por los problemas económicos, es la falta de confianza en la Divina Providencia, uno de los grandes atributos de Dios. Si Ella a previsto y ordenado la naturaleza para que cada creatura tenga lo que necesita: ¡cuánto más el hombre, hecho a imagen y semejanza del Creador!
Si, en ocasiones, parece que mengua la acción de la Providencia sobre la tierra, la causa ha de buscarse en el egoísmo y la maldad humanas que impiden el ejercicio de la Caridad. Ha de encontrarse en el olvido de la Ley de Dios y en el vivir como si no existiera. No han entendido el versículo Evangélico: "Buscad el Reino de Dios y su Justicia y lo demás se os dará por añadidura".
Para los que tienen como su dios a Mamona Iniquitatis (las riquezas), existe un sólo amigo, el dinero, una sóla industria, el aumentarlo, un sólo gozo, el contemplarlo y una sola certeza, morir antes que aquél.
En cambio quienes confían en la Providencia viven en la paz, la tranquilidad y el gozo de los que tienen a Dios por Padre. Él sostiene en sus manos el timón de la historia, y con su guía nuestro triunfo es seguro, más allá de los rugidos del mar y de sus olas (*).
(*) En el lenguaje bíblico, el Mar, frío, cambiante, insondable y peligroso es símbolo del Mundo "mundano". Por contraposición a la Tierra que simboliza la Religión Verdadera, cálida, estable y segura.
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Ilustra esta entrada: Obra intitulada (1998) de Gottfried Helnwein, realizada en óleo y acrílico sobre lienzo, que se conserva en Oberhausen, Alemania.
2 comentarios:
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las homilias de Monseñor Torquiaro son cada vez mas poderosas: es muy satisfactorio para el alma que con pocas palabras y una actitud de sencilla calidez, este gran sacerdote sepa graficar los movimientos dele spiritu en sus virtudes y falencias con desmedida claridad.
Gracias a Dios esta en San Jose de Flores...o abria que ir a otro lado a Misa!
Cristina Spada
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