Liturgia de la Palabra en la
Solemnidad de la Ascensión del Señor
24 de Mayo de 2009
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
(Audio - 28' 40")
Se puede oír la Homilía al final del post!
De los siguientes artículos de fe que decimos en el Credo, se desprende la verdad que celebramos hoy: "et ascendit in cæelum; sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos - Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos".
He aquí los tres momentos postreros de la historia: Subió a los cielos, está sentado, volverá con gloria.
Pero mientras ellos se alegran en el cielo, en la tierra los hombres se entristecen por la ausencia de su Señor. Sin embargo, no debe ser ésta motivo de aflicción porque el oficio de Jesucristo es interior: ha venido para excitar nuestro amor y se ha ido para que lo busquemos con nostalgia. El escándalo se la Ascensión es la prueba de nuestra Fe.
"Siéntate a mi diestra y pondré a tus enemigos por escabel de tus pies", dice solemnemente el Padre al contemplar a su Hijo resucitado y entronizarlo como Rey para que presida la historia.
El Señor está sentado, como el guerrero que descansa luego de su penosa victoria, como el sacerdote al terminar el sacrificio de la Santa Misa, como cabeza y primera célula del nuevo mundo transfigurado. Y como donde está la cabeza tienden a estar los miembros del cuerpo, es éste el fundamento de nuestra esperanza: todo el que se le una en este movimiento ascensional estará cosentado con Él en cielo.
Si Cristo está sentado, la Iglesia está de pie con el Evangelio y la Eucaristía entre sus manos, para cumplir el postrer mandado del Señor: "Id y evangelizad a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El que crea se salvará y el que no crea se condenará".
Pero ha de saber que si el Señor está sentado, lo está para señalarnos que el triunfo ha sido ya sustancialmente logrado y sólo nos corresponde librar las escaramuzas finales. Vivamos pues este misterio del apostolado gustando la asistencia que Él nos prometiera.
Al fin de la historia y por última vez, Cristo habrá de ponerse de pie majestuosamente y volverá con Gloria para mostrar al mundo el fulgor de su Parusía y "gobernar a las naciones con vara de hierro" (Salmo 2, 9).
Mientras lo aguardamos, hagamos memoria, en cada santa Misa, de su gloriosa Pasión, de su santa Resurrección y de su admirable Ascensión; y pidamos al Padre, como se dice en el Canon Romano, el envío de un ángel al altar de la tierra para que lleve al cielo el Sacrificio de Cristo unido a nuestros propios y humildes sacrificios.
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