domingo, 7 de septiembre de 2008

¡Dejad hacer, dejad pasar!


Liturgia de la Palabra en el
XXIII Domingo
del Tiempo Ordinario
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
(Audio - 24' 39")

Corregir al que yerra quizá sea, de las siete obras de caridad, la más difícil, debido a los falsos respetos humanos que habitualmente nos condicionan. No obstante el Señor nos pedirá cuenta si dejamos morir al pecador sin advertirle su pecado. Este deber de corrección compete muy especialmente a quien en la Iglesia tiene autoridad, por haber sido puesto como atalaya para advertir al rebaño la proximidad del lobo. Sin embargo no son pocos los que, poseyéndola legítimamente, abdican de su obligación por comodidad o para evitar la enemistad del mundo, callando como perros mudos y haciéndose acreedores de la advertencia del Señor por boca del profeta Ezequiel: "Te pediré cuenta de la sangre del malvado". Perdonar las ofensas no significa andar del brazo de los corrompidos, escandalosos y blasfemos que pululan por doquier; pues no se puede estar en connivencia con los enemigos de la Cruz de Cristo, a los cuales se tendrá por paganos, si se obstinan en desoír la voz correctora de la Iglesia que tiene poder de atar y desatar.
En medio de la comunidad orante de los creyentes que unen sus voces en una única e idéntica armonía, profesando la misma Fe y participando del mismo Sacrificio, Cristo se hace presente, como lo ha prometido, asegurando la caridad y la eficacia de la oración común para obtener las gracias que solicita ante el Padre Celestial, que nos ve con su Hijo en medio. Por eso es tan grave el daño que infligen a la Iglesia las querellas que, en su seno, suscita el padre de la mentira.
Roguemos al Señor para que mantenga firmemente unido a su rebaño por la Caridad, enseñándole a pedir con insistencia solamente lo que le conviene y del modo que le sea más agradable.
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