Teólogos progresistas, tratando de convertir los milagros en mitos, enseñan que la multiplicación de los panes se debió a la influencia de las palabras de Jesús sobre su auditorio al que habría persuadido a poner en común lo que cada quien tenía. En su estulticia, como calificó a esta actitud hace 40 años el Padre Menvielle, en una conferencia que acabamos de publicar, no se dan cuenta de que el Evangelio los desmiente, porque los mismos beneficiados, reconociendo la realización de un gran signo, llamaron Mesías e intentaron coronar rey a su Benefactor (Jn 6, 14). Si lo poco, cinco panes y dos peces, compartido sobró para alimentar a miles, fue exclusivamente porque estaba presente la Misericordia hecha carne, Jesucristo; manifestada antes, durante y después del milagro. Antes, porque el Señor curó previamente a los enfermos; durante, por el signo propiamente dicho; y después porque sobraron 12 canastos, indicándonos que su compasión va más allá de nuestras necesidades. Pero como el Señor no solamente tiene misericordia del cuerpo sino, principalmente, del alma, nos ha dejado el Pan de Vida, la Eucaristía, de que esta gran señal es figura. Que Él nos haga comprender la hermosa lección encerrada en el milagro de la primera multiplicación de los panes.
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