domingo, 31 de agosto de 2008

El Misterio de la Cruz


Liturgia de la Palabra en el
XXII Domingo
del Tiempo Ordinario
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
(Audio - 20' 09")

Duras debieron sonar en los oídos de los Apóstoles, que esperaban la restauración del Reino de Israel por el Mesías, las palabras del Evangelio de hoy. A tal punto que Pedro se ganó una reprimenda por tratar de desviar al Señor de su camino. Quizá las escenas recientes y triunfales de la multiplicación de los panes, del caminar sobre las aguas y domeñar los elementos, hayan acentuado en el ánimo del Príncipe de los Apóstoles las viejas profecías que, interpretadas parcialmente, parecían anunciar el inminente restablecimiento del Trono de David. Se ve entonces que, desde el principio, ha sido difícil para los cristianos entender el mensaje tantas veces anunciado en el Evangelio de que el Mesías, como estaba previsto desde toda la eternidad, "debía" padecer y morir por quienes ama; y que sus discípulos habría de hacer lo mismo.
Pero ha de saberse con certeza que al optar por Cristo provocamos el odio de los otros; como decía San Agustín: "La Verdad engendra el odio". Y ha de saberse también que el que quiera salvar su vida agradando al mundo, la perderá para siempre. Y, finalmente, ha de saberse con la misma seguridad, que aquel que prefiera seguir al Señor, aún en contra del parecer de los hombres, ganará la eternidad.
A los oídos modernos, muchas veces contaminados por un catolicismo "mistongo"(*), las palabras del Señor, del que derivan estas certezas, pueden sonar agresivas; pero ha de tenerse en cuenta que Él nos predica desde la cátedra de la Cruz, y desde allí solicita hoy nuestra personal adhesión: "El que quiera venir detrás de Mí, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga".
San Pedro tentó al Señor de infidelidad. El Demonio lo había tentado del mismo modo en el desierto al inicio de su vida pública y, al desafiarlo a bajar de la cruz, repetirán esta tentación en el Calvario los sacerdotes y sanedritas. Como el discípulo no es mayor que el maestro, la Iglesia ha debido soportar una y otra vez a lo largo de la historia la misma tentación: "Conviértete al mundo y creeremos en ti".
Pidamos a Jesucristo, el primero de los mártires, que nos enseñe a saborear el gusto de la Cruz, para que su sacrificio sea nuestro sacrificio y podamos cargarla sin vacilaciones ni falaces concesiones.
(*) Mistongo: Adjetivo usado en Argentina y Chile para referirse a alguien sin animación, deslucido y mediocre.
Para oír presione el botón de Play.

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