Liturgia de la Palabra en la
Solemne Misa Vespertina de la
Vigilia de Navidad
24 de Diciembre de 2006
Mons. José Salvador Torquiaro
(Audio 20' 28")
La señal prometida por el profeta al rey Ajaz (Is. 7, 14) ocho siglos antes del Nacimiento del Señor, que una virgen concebiría y daría a Luz al Dios Encarnado, entusiasmó desde entonces a los profetas del Antiguo Testamento.
Si ellos se alegraron con la esperanza nosotros debemos gozarnos en la realidad. Porque desde la primera Navidad, Jesucristo habita entre nosotros: está presente en los que practican su doctrina, en su Iglesia que jamás será destruida, y en la Santísima Eucarístia con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
No obstante, el Ser que cambió la historia poniéndose al frente de todos los acontecimientos humanos, nació humilde y en soledad, para erradicar la pobreza y la soledad en que vivía la humanidad a causa del pecado. Sin embargo hay hombres que viven en soledad, como islas en medio de las grandes multitudes, porque no han entendido el mensaje de la Navidad.
La Natividad del Señor puede figurarse en el decurso de un día: en el amanecer, el horizonte se ilumina, nubes rosas y blancas flotan en las alturas, rayos brillantes anuncian la llegada del astro. Luego sale el Sol y recorre la inmensidad del espacio llevando luz por doquier. Al retirarse deja franjas color púrpura y oro, y sobre la tierra efluvios de calor y fecundidad.
Así en la aurora de la historia están los Patriarcas que lo anuncian, los profetas que lo pintan, los justos que lo figuran y los pueblos que preparan su venida. Cuarenta siglos postrados delante de la cuna de Belén que está vacía.
Después de nacer Jesús, están los mártires que mueren por Él, los doctores que lo explican, los santos que lo imitan y los pueblos iluminados por la presencia del Sol Verdadero. Son veinte siglos de rodillas frente a una cuna ahora colmada por la Divinidad.
Aunque pequeña, la Cuna de Belén, es el centro de la Historia, allí comienza y termina todo; allí se encuentran y se abrazan el pasado y el futuro de la Humanidad.
Por eso, aunque se luche por erradicar la fe cristiana, aunque se la expulse de las iglesias y se la niegue en las escuelas materialistas y ateas, Jesucristo subsistirá en los corazones buenos.
Por eso, aunque se luche por erradicar la fe cristiana, aunque se la expulse de las iglesias y se la niegue en las escuelas materialistas y ateas, Jesucristo subsistirá en los corazones buenos.
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Ilustra esta entrada: "La Adoración de los Pastores" (1644), oleo del pintor Georges de la Tour que se conserva en el museo del Louvre.
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