Monición para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C
Las buenas traducciones del Nuevo Testamento, traen la curiosa versión de que la actitud que el Señor nos pide frente al paso por la puerta que Él mismo menciona en la perícopa de este domingo, denota un matiz bastante particular.
Pues en el original griego del Evangelio, sorprende descubrir que el verbo empleado por San Lucas en la lectura de hoy suena así: “agonícese”, esto es “agonizad” para entrar por la puerta angosta...
Vale decir, la versión original del texto sagrado cambia radicalmente el sentido de toda la expresión.
Porque el Señor no nos invita a realizar un mero esfuerzo de nuestra voluntad, sino a una lucha semejante a la de aquel que “agoniza”, lo cual significa, en lenguaje bíblico, estar dispuesto a sacrificarlo todo por entrar al cielo desde donde Cristo reina con su Madre y con los redimidos.
La puerta angosta es el mismo Cristo, quien nos exhorta al combate –palabra tristemente olvidada en el lenguaje cristiano moderno- contra el pecado y su instigador, para vivir esta existencia pasajera de cara a la vida eterna.
La puerta angosta es también la Esposa del Cordero, la Santa Iglesia Católica, en quien el Señor Jesús depositó los tesoros de su gracia, para que Ella los dispensara a sus hijos piadosos que viven esta vida terrenal como antesala de la eterna, la única verdadera, el tesoro que no se desgasta.
Cristo y su Esposa la Iglesia, ambos puertas del cielo: el uno como Cabeza y Redentor, la otra como Madre que concede los tesoros de la redención.
Y como Medianera de esa gracia final María Santísima, Reina y Madre de Misericordia, quien con su omnipotencia suplicante ruega a su Hijo por todos los redimidos, y nos asegura la efusión de los divinos auxilios.
No malgastemos el tiempo de este corto espacio que duran nuestros años, perdiéndonos a través de tantas puertas espaciosas que nos conducen a la nada.
Más bien hagamos nuestras las palabras del sabio poeta (1), quien consciente de su pecado, imploraba al Señor con una lucha de agonía, el premio de la salvación:
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños.
Yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad,
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
(1): Miguel de Unamuno.
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7 comentarios:
Se supone que ustedes son "tradicionalistas" no entiendo por que promocionan el Novus Ordo en su pagina semana tras semana.
O son tradicionalistas o no lo son.
Los problemas de la Iglesia no se van a solucionar hasta que no se restaure la Misa de siempre, el Culto que Dios merece.
Esta usted muy equivocado, primero va el lex orandi y de ahi todo lo demas el lex credendi y el lex vivendi.
Sinceramente usted ha perdido completamente el norte, que la Santa Misa nunca ha sido prohibida dice!!!
Los enemigos de la Iglesia introdujeron el caballo de Troya, crearon el Novus Ordo con sus amigos protestantes y con ello cambiaron la Fe de los fieles y de la Iglesia en general. El Papa Pablo VI no es mas que el rey Priamo de Troya que abrio las puertas y dejo entrar al caballo.
El rey que abrió las puertas y luego se rasgaba las vestiduras de no se que humito que había entrado en la iglesia, y andaba lloriqueando por los rincones como niñita lo que no supo defender COMO HOMBRE.
NO LE DIGAN MISA DE JUAN (EL NEFASTO) VEINTITRES!!!!!
NO ES LA MISA DE EL....
Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el antiguo adagio: "Lex orandi, lex credendi" ...
Anónimo 24/08/13 16:44
Primero está la Fe y ésta se manifiesta a través de la liturgia.
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El hecho que Lutero y Montini abandonaron la Fe y la Fraternidad jamás la tuvo, pese que a los herejes Lutero, Montini y Lefebvre celebraron la liturgia católica, muestra que celebrar la liturgia no basta para que las personas se conviertan y permanezcan fieles al Fe.
La liturgia ayuda a la conversión y a la fidelidad a la Fe, pero no las determina automáticamente.
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La Misa jamás fue ni reformada ni abolida. Todo sacerdote verdaderamente católico la reza así como San Pío V la promulgó.
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El hecho que Roncalli haya modificado la Misa, introduciendo la invocación a San José en el Canon, Pablo VI la haya prohibido y Wojtyla y Ratzinger la hayan permitido bajo ciertas condiciones, no tiene importancia alguna para un católico verdadero, pues las disposiciones de los "papas" modernistas no rigen en la Iglesia.
Usaron a SAN JOSÉ como caballo de Troya para destruir la liturgia. San José ya tenía su lugar en la liturgia y sus misas no necesitaba que lo usen como excusa para tan nefasta tarea.
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