Monición para el XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C
"Jesús en casa de Marta y María"
La Tradición de la Iglesia, al comentar la visita de Jesús a la casa de Marta y María, que se lee en el Evangelio de hoy, ha visto reflejado en ellas los dos estilos de vida que hay en la Iglesia, y que han sido en ocasiones motivo de controversia: Marta representa la vida activa y María la contemplativa.
Hubo momentos en la vida de la Iglesia en que la contemplación fue particularmente apreciada. Tal los primeros siglos cristianos, en los cuales los padres del desierto, que se separaban de la sociedad para realizar ayuno y oración, eran modelos a seguir.
O en la Edad Media, cuando los monjes ocupaban un lugar tan principal, que al decir de Santo Tomás de Aquino, toda la comunidad cristiana se ordenaba hacia los que contemplan, cuya vida debe ser preludio del cielo.
Si bien es cierto que la contemplación -el extasiarse ante el Único necesario- es, al decir del Señor, "la mejor parte", también es verdad que ésta se ordena, en el apostolado, a que los demás puedan conocer y amar a Dios: es fuente de la acción apostólica.
Por eso Santo Tomás decía que el contemplativo debía derivar de sí la acción. O, como decían de San Ignacio de Loyola, "es contemplativo en la acción".
Así como en otras épocas las gentes apreciaban más la vida monacal, en el tiempo presente se corre la tentación de una actividad desenfrenada o activismo, aún en la misma Iglesia.
El activismo desenfrenado del mundo moderno es visceralmente anticontemplativo, de modo que se quiere erradicar todo lo que huela a trascendencia. El hombre actual corre la carrera del hedonismo de una vida cada vez más larga y cómoda, que pide una actividad incesante y devastadora, y en la cual detenerse es fracasar.
Cuando este espíritu penetra en la Iglesia, convierte la actividad apostólica en activismo fracasado, que pretende ganar un cristiano como se vende un producto comercial.
Para encontrar el equilibrio adecuado entre la contemplación y la acción, volvamos la mirada a Jesucristo. Él que era el Verbo Encarnado y podía haber ido a Atenas o Alejandría a sentar cátedra, paso treinta años de su vida en el silencio del humilde hogar de Nazaret.
De ese silencio brotó la Palabra que en tres años reconquistó para Dios a la Humanidad. Siguiendo su ejemplo, unamos equilibradamente en nuestro interior a Marta y a María.
Hubo momentos en la vida de la Iglesia en que la contemplación fue particularmente apreciada. Tal los primeros siglos cristianos, en los cuales los padres del desierto, que se separaban de la sociedad para realizar ayuno y oración, eran modelos a seguir.
O en la Edad Media, cuando los monjes ocupaban un lugar tan principal, que al decir de Santo Tomás de Aquino, toda la comunidad cristiana se ordenaba hacia los que contemplan, cuya vida debe ser preludio del cielo.
Si bien es cierto que la contemplación -el extasiarse ante el Único necesario- es, al decir del Señor, "la mejor parte", también es verdad que ésta se ordena, en el apostolado, a que los demás puedan conocer y amar a Dios: es fuente de la acción apostólica.
Por eso Santo Tomás decía que el contemplativo debía derivar de sí la acción. O, como decían de San Ignacio de Loyola, "es contemplativo en la acción".
Así como en otras épocas las gentes apreciaban más la vida monacal, en el tiempo presente se corre la tentación de una actividad desenfrenada o activismo, aún en la misma Iglesia.
El activismo desenfrenado del mundo moderno es visceralmente anticontemplativo, de modo que se quiere erradicar todo lo que huela a trascendencia. El hombre actual corre la carrera del hedonismo de una vida cada vez más larga y cómoda, que pide una actividad incesante y devastadora, y en la cual detenerse es fracasar.
Cuando este espíritu penetra en la Iglesia, convierte la actividad apostólica en activismo fracasado, que pretende ganar un cristiano como se vende un producto comercial.
Para encontrar el equilibrio adecuado entre la contemplación y la acción, volvamos la mirada a Jesucristo. Él que era el Verbo Encarnado y podía haber ido a Atenas o Alejandría a sentar cátedra, paso treinta años de su vida en el silencio del humilde hogar de Nazaret.
De ese silencio brotó la Palabra que en tres años reconquistó para Dios a la Humanidad. Siguiendo su ejemplo, unamos equilibradamente en nuestro interior a Marta y a María.
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4 comentarios:
María eligió la mejor parte y no le será quitada.
aquella 'mejor parte' ser Dios Todopoderoso
Asi es la contemplación de los misterios de Dios y no de JP II.
"Ven , Espíritu Santo: llena de tu gracia los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu divino amor.
Ven, oh Santo Espíritu, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz purísima.
Así es, estimados amigos, un rayo de su luz purísima que nos haga ver la senda que Dios quiere para cada uno de nosotros.
No todos podemos ser contemplativos, encomiosa actitud, ni todos podemos ser caminantes llevando la Buena Nueva, no todos podemos ser religiosos célibes ni todos podemos ser casados, sin sacerdcio.
Lo que sí debemos hacer, es emprender
el camino señalado por la Divina Providencia y, ese camino, andarlo con toda la entrega de nuestra alma y cuerpo para que sea digno de un bautizado, sirva para mayor gloria de Dios y nuestra eterna salvación.
En Cristo y María.-
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