lunes, 15 de abril de 2013

La Iglesia: Monarquía de derecho divino (II)


Quieren desvirtuar a Cristo Rey



Se puede leer la Primera parte AQUÍ


Publicamos la segunda parte del ensayo del padre Alfonso Gálvez Morillas sobre la forma de gobierno de la Iglesia.




Monarquía e Iglesia

Segunda parte

Hasta la caída del llamado Antiguo Régimen, como ya hemos dicho antes, no se puede dudar de la inmensa prestancia y del carisma casi sobrenatural que, durante siglos, los Pueblos le reconocieron a la Realeza. Sin embargo, con la desaparición del Poder Absoluto de los Reyes, y aun antes de que se extendieran por el mundo las ideas democráticas, se produjo un cambio radical en la mentalidad de los Pueblos de Occidente. Las escasas Monarquías que subsistieron a las nuevas concepciones pasaron a ser democráticas, representativas, constitucionales, garantes de una simple función unificadora, etc., según muchos; meramente decorativas, o inútiles amén de desprestigiadas, según otros. En cualquier caso, se afianzó en todas partes como indiscutible el principio de que el Rey reina, pero no gobierna. Con lo que surge así otra nueva e importante dificultad a la que han de enfrentarse los cristianos actuales, si es que todavía puede esperarse que tenga sentido para ellos la fiesta de Cristo Rey.

Se trata de que la idea de la Realeza como Poder Absoluto, no solamente es ininteligible para la mentalidad moderna, sino también absolutamente inaceptable.

Sin embargo, Jesucristo es Rey Absoluto y Señor del Universo. Afirmación absolutamente contraria a lo que significaría una Realeza como mera figura decorativa; y absolutamente opuesta, por lo tanto, a las ideologías que hoy imperan en el mundo.

Con lo cual, por extraño que parezca, aún no hemos llegado a lo más espinoso del problema. Puesto que, con la infiltración dentro del Organismo Eclesial de las ideas democráticas, no solamente se ha pretendido subvertir la estructura Jerárquica y Monárquica de la Iglesia, sino que también, de manera indirecta pero lógica, se ha intentado desvirtuar y difuminar la figura de Cristo como Rey y Señor de todo lo creado.

Esto dicho como primera aproximación al problema. Pero, en realidad, todo parece indicar que la cuestión de fondo es mucho más grave. Dado que cualquiera podría pensar que todo se reduce a discusiones de teólogos: conseguir un gobierno más efectivo y eficaz del gobierno del Papa dentro de la Iglesia (asignándole un papel menos absolutista y más próximo, por ejemplo, a las concepciones de protestantes y ortodoxos separados), con vistas sobre todo a un mayor índice de Ecumenismo, incrementar el papel y la figura de los Obispos en el gobierno de la Iglesia, fomentar la creación de Organismos Eclesiales colectivos dentro del Cuerpo de la Iglesia distintos de los actuales (multiplicación de Sínodos y Asambleas por todo el mundo) a fin de lograr una mayor descentralización de los Cuerpos legislativos que gobiernan desde el Vaticano, disminuir el abismo de distancia que media entre el aspecto de una Iglesia medievalista y obsoleta con respecto a las ideas del mundo moderno, etc., etc.

De todo lo cual habremos de hablar extensamente más adelante. De momento baste con decir que todo ese mundo de ideas, aun concediendo que realmente persiguen lo que proclaman, no es sino un montaje de bambalinas para ocultar propósitos que van mucho más allá y a los que se espera conseguir paso a paso. En definitiva, todo parece indicar, para cualquiera que observe el panorama serenamente y sin prejuicios (hasta el punto de que resulta difícil descartarlo del pensamiento como posibilidad), que de lo que se trata realmente es de desmontar la constitución de la Iglesia, tal como la quiso Jesucristo para edificar algo muy distinto. Pero de esto, como acabamos de decir, hablaremos después más detenidamente, dada la actualidad e importancia del problema. De todas formas, los síntomas son lo suficientemente llamativos para quien quiera verlos: la Iglesia está sufriendo una operación de metamorfosis profunda, aunque realizada con tal habilidad y con tan tamaña suavidad que los cristianos no parecen enterarse de nada.

Si la Iglesia posee una estructura constitucional Jerárquica y Monárquica inquebrantable, tal como lo quiso y dispuso su Divino Fundador, no existe poder humano alguno que pueda modificarla. Pero sucede además, que su constitución Jerárquica y Monárquica se fundamenta necesariamente en el hecho de que su Fundador, el Verbo hecho Hombre, ha sido constituido como Rey, Dueño y Señor de todo el Universo. La configuración Monárquica de la Esposa de Cristo ---en toda la trabazón de su Organismo, y más que nada en su ápice--- no obedece a una mera voluntad arbitraria o aleatoria de su Fundador, sino a lo que podría considerarse como una prolongación estructural, ad extra, de la Persona de Aquél a quien Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos; y para que toda lengua confiese: ``Cristo Jesús es Señor'', para gloria de Dios Padre (Flp 2: 9--11). El Organismo del cual Él es la Cabeza habría de ser un reflejo y manifestación del carácter Real de su Persona.

Debido a lo cual, cuando se ha pretendido difuminar, o al menos mitigar, la estructura constitucional de la Iglesia (bajo la influencia de corrientes ideológicas democráticas o que se escudan bajo ese nombre) se ha causado un grave daño a la fe y a la salud espiritual de los fieles. Trataremos de decir algo, lo más resumidamente posible, acerca del modo como se hizo posible llegar a esta situación.


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5 comentarios:

D dijo...

Hay una catapulta con un artillero de excelente puntería.

http://www.catapulta.com.ar/?p=10655

Para que agregar algo mas?

María Carlota Lassalle de Valenzuela dijo...




Está tan perfectamente definida la
la calidad de Monarquía de la Santa Iglesia, infundida por la Divina Providencia que, sería ocioso intentar agregar algo.

Lo que sí me pregunto, ya que para
mi no es lo perfecto, pues la perfección es intrínseca al sujeto, y en casi todos los casos
esa perfección no existe en la bienquerida, por la mayoría casi absoluta, DEMOCRACIA.

¡Cuántos males nos a acarreado! y cada vez con mayor virulencia...

En Cristo y María.

Anónimo dijo...

Ma. Carlota, una mala monarquía es tan mala como una mala democracia. NEn ningún caso buscan el bien común.

No conozco ningún sujeto perfecto. Doncellas encuentra usted?

Anónimo dijo...

PERO HUBO MUY BUENAS MONARQUÍAS Y ESO LES MOLESTA SOBREMANERA A LOS PROGRES, PUES ERAN MONARCAS QUE GOBERNABAN DESDE LA FE VERDADERA.

Anónimo dijo...

Doncellas no se encuentran pues el concilio las dejó sin la doctrina y andan descarriadas.