¡Así están los hijos de Don Bosco!
El desastre que vienen realizando desde hace algunas décadas los salesianos en la Patagonia, es por todos conocido.
Siendo el fruto más insigne de su defección, la entrega de las reliquias del Beato Ceferino Namuncurá que hoy ¿descansan? en un templo pagano.
Siendo el fruto más insigne de su defección, la entrega de las reliquias del Beato Ceferino Namuncurá que hoy ¿descansan? en un templo pagano.
No obstante no deja de sorprendernos lo que alguna de sus mentes más afiebradas pueden llegar a escribir, con el silencio vergonzante de la Jerarquía como única respuesta.
Publicamos a continuación unas letrillas de Alfredo A. Campana, Rector del Instituto Superior del Profesorado Don Bosco, y miembro del Consejo Superior del Centro Salesiano de Estudios de Buenos Aires, órgano presidido por el padre Juan Picca, sdb, (director de la Obra).
En ellas, el profesor Campana relata un sueño suyo: ¡La Iglesia del futuro! Embeleso que para nada coincide con la voluntad de Jesucristo nuestro Señor, quien ha fundado su Iglesia con las mismas notas que la distinguieron a lo largo de dos mil años.
El proyecto es este infeliz docente, pertenece a los enemigos de la Fe, al Nuevo Orden Mundial y sus agentes, es decir, en definitiva, es el plan del Anticristo.
El proyecto es este infeliz docente, pertenece a los enemigos de la Fe, al Nuevo Orden Mundial y sus agentes, es decir, en definitiva, es el plan del Anticristo.
Podrían sus palabras ser contestadas frase a frase, pero no tenemos tiempo para perder.
Solamente queremos resaltar que para los nuevos judas, hay una verdadera separación entre la Iglesia de siempre y la que ellos pretenden concretar, a partir de lo que ha "insinuado" el Concilio Vaticano II, como ellos mismos dicen.
Y recordarle al autor, quien dice "la Iglesia soñada ya ha comenzado a ser dada a luz entre nosotros", que se aleje de su inspirador, un ángel llamado Luzbel, pues la única luz que le va a dar finalmente es la que brilla en el Infierno.
No sé cómo será la Iglesia del futuro. Sólo sé cómo la sueño. Si aún hay un lugar para un sueño histórico-teológico, aquí va uno. Invito a las personas y comunidades que lean estas líneas a soñar conmigo, para que, quizás un día, soñemos todos el mismo sueño.
La Iglesias locales
La Iglesia del futuro será aquella del pasado, aquella que el Concilio Vaticano II insinuó: una comunidad de comunidades. La Iglesia será, ante todo, la Iglesia local. Cuando pensemos a la Iglesia la imagen que asomará ya no será la de la pirámide sino la de la reunión. La Koinonía-Comunión será su nombre propio.
Para esa altura, habrán desaparecido ya los ordinariatos castrenses –resabio escandaloso de las cruzadas–, y las prelaturas personales.
No habrá otra dignidad en la Iglesia que la de ser bautizado y no habrá otra pertenencia que no sea la de una comunidad. Porque la Iglesia del futuro habrá comprendido que el sueño de comunión del Vaticano II sólo es posible si cada Iglesia local es a la vez ella misma comunidad de comunidades. Y más allá de los nombres que éstas reciban, resultará claro que la Iglesia es lo que hace, y lo que hace es crear comunidad allí donde se encuentre. Sólo la comunidad es el lugar de la Teo-fanía, porque sólo en ella puede manifestarse un Dios que en lo más profundo de su ser no es una soledad inmóvil, sino comunión de un Padre y un Hijo en la dinámica del Espíritu. Por eso la Iglesia incesantemente alentará en la historia de los seres humanos la utopía de la fraternidad de la que nos da cuenta todo el Nuevo Testamento.
El obispo de Roma
Un día, en la Iglesia del futuro, todos se habrán dado cuenta que la curia romana no tenía sustento teológico. Y entonces se disolverán los dicasterios, las secretarías y las pontificias comisiones. “La guardia suiza” será el nombre de una chocolatería, y la carrera diplomática de la santa sede será considerada una aberración no menor a la inquisición y a las cruzadas.
Ya no habrá príncipes de la Iglesia ni capellanes de su santidad. El papa dejará sus aposentos apostólicos y se retirará a San Juan de Letrán. La basílica de San Pedro será el templo de todos y el patrimonio artístico del Vaticano pasará a manos de la Unesco.
El papa será, más que nunca, el obispo de Roma. Se encargará, como todo obispo, de los problemas de su diócesis, a la que caminará incesantemente renunciando al papamóvil, sin olvidar que, como decía en el siglo II Ignacio de Antioquía, es el obispo de la iglesia local que “preside a las otras en la caridad”.
Cada tanto se reunirá con los otros obispos, quienes lo visitarán espontáneamente, sin agenda ni protocolos. Cada tanto ocupará su lugar en el Consejo Mundial de Iglesias. Y cuando el obispo de Roma muera, y como ocurrirá con todos los obispos, las comunidades de su diócesis, a través de los presbíteros y con el consentimiento de los demás obispos de la región, elegirán a su sucesor, quien no se le cambiará el nombre ni se le agregará un número.
Las Iglesias hermanas En la Iglesia del futuro dejará de hablarse de ecumenismo. Porque ya no hará falta. Las distintas iglesias habrán aceptado sus diferencias y convivirán en el mutuo respeto, en el fecundo diálogo y en el compromiso común. Dejarán de disputarse a la gente como si fuera un botín y tratarán de dar el testimonio de la unidad desde la diferencia.
Ya no habrá comisiones teológicas que acerquen posiciones porque no habrá posiciones que acercar. Se reunirán para celebrar el pan de la Palabra y de la Eucaristía orando juntos a Dios “para que todos sean uno” (Jn 17,3). Y darán testimonio de Cristo en medio de la vida y del sufrimiento de los más pequeños.
Los ministerios
En esa Iglesia del futuro, comunidad de comunidades, toda ella bautismal, habrá estallado la pluralidad de los ministerios en la unidad de la fe, la esperanza y el amor. Por fin habrá caído el muro o el escalón que separaba al clero y al laicado. La Iglesia será, toda ella, pueblo de Dios. Y lo será realmente en cada uno de sus miembros.
Por fin se habrá comprendido la necesidad y la importancia de distinguir en el sacerdocio entre el carisma del celibato y el ministerio. Y como aún ocurre en la Iglesia que está en Oriente, habrá sacerdotes casados y sacerdotes célibes. Su formación no se hará en el aislamiento de un claustro sino en medio de la vida de la sociedad y de las comunidades. Y, como Pablo, trabajarán para ganarse su pan. El diaconado le habrá mostrado a la Iglesia que toda ella es diácona, servidora. Y este ministerio, el primero que la Iglesia se dio a sí misma, será el más anhelado por los cristianos. Los teólogos enseñarán sin otra condición que la de su compromiso con las comunidades, dejando atrás el modelo aún vigente del teólogo medieval, el “escolástico”, y volviendo al de la Iglesia de los primeros siglos, el del “teólogo-pastor”.
La catequesis, la liturgia, la lectura de la Biblia, la espiritualidad y las diversas formas de piedad popular habrán dado lugar a una gran variedad de ministerios surgidos en el seno de las comunidades y para el servicio de las mismas.
La mujer
En esa Iglesia ministerial las mujeres ocuparán un lugar nuevo y destacado. Saldrán de la sombra a la que tantos siglos de machismo y de lectura masculinizante de los escritos cristianos las habían confinado.
No habrá diversidad de sexos en los ministerios, ni siquiera en el sacerdotal. Nadie ya podrá decir que “la mujer no puede ser signo personal de Cristo porque Cristo fue varón”, como si la gracia de Dios fuera sexuada y sólo se comprendiera desde el género masculino.
Porque en la Iglesia del futuro Dios será celebrado como el Padre misericordioso que nos prepara la fiesta del reencuentro y el perdón y también como la Madre que entrañablemente nos abraza en su regazo. Tras tantos siglos de sexismo y capellanocracia, la Iglesia del futuro será profundamente comunitaria, ministerial y femenina.
La Biblia
En la Iglesia del futuro se recordará al Concilio Vaticano II como aquel que devolvió la Biblia al pueblo de Dios. Y en él, ella hizo su camino. Su lectura en las comunidades hizo descubrir en ella nuevos sentidos que estaban allí, esperando su momento. Ella alimentó la oración y el compromiso. El pueblo supo leerse en sus palabras y releerse en la historia que ella nos relata.
En ella los creyentes se reencontraron con aquel Dios misericordioso que atraviesa todas sus páginas: desde aquel que escuchó el clamor de la sangre de Abel hasta el que, en el final de la historia, enjugará todas las lágrimas. En ella habrán redescubierto el drama de Jesús de Nazaret, el profeta itinerante que no tenía donde apoyar su cabeza pero que ofreció su pecho para que el discípulo apoye la suya en él. Aquel que celebró al Dios que reveló sus secretos a los pequeños y sencillos, los pobres con los que él se identificó hasta el punto de compartir su suerte.
En la Iglesia del futuro el pueblo de Dios, comunidad de comunidades, con la Biblia en la mano, sabrá hacerse él mismo libro abierto en el que Dios siga siendo contado a los seres humanos como relato viviente de amor y misericordia.
Los pobres
La Iglesia del futuro habrá experimentado que en su cercanía a los pobres estaba toda su credibilidad y autenticidad. Y que sólo así ella podía ser, como lo quería Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II, “la Iglesia de los pobres”:
“Para los países subdesarrollados la Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como la Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres” (Juan XXIII, Radiomensaje del 11 de setiembre de 1962, Ecclesia Christi 3. “El misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres, ya que la Iglesia, como dijo el Santo Padre Juan XXIII, es la Iglesia de todos, pero especialmente ‘la Iglesia de los pobres’”: Cardenal Lercaro, intervención del 6 de diciembre de 1962).
La teología de la liberación será recordada como la expresión de aquella Iglesia que mejor comprendió las insinuaciones del Espíritu que salpican aquí y allá el texto conciliar:
“Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo.” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 8).
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los seres humanos de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 1).
Ya nunca más la Iglesia estará del lado de los poderosos. Nunca se sentirá “mediadora” en los conflictos que involucren a los más desprotegidos: ella estará a su lado. Por fin sentirá su misión como la del buen samaritano, haciéndose signo visible del Dios que en su regazo consolará todo el dolor de la historia, del Dios que no tiene otra perfección a ser imitada que la de la misericordia. Desde su lugar junto a los pobres celebrará espontáneamente, y sin causas ni procesos, a los santos y a los mártires de los desheredados, como Angelelli, Romero y Proaño. Y luchará con todas sus fuerzas contra las causas de la pobreza y la opresión.
La Iglesia será ella misma de los pobres, que, como quienes toman posesión de una casa, habrán acomodado todo a su gusto. Y la Iglesia, por lo tanto, será ella misma pobre, no como fruto de un “voto”, sino como natural consecuencia de su conversión.
Los derechos humanos
Desde su fidelidad a los pobres la Iglesia del futuro querrá estar acompañando el compromiso de los hombres de buena voluntad por los derechos humanos, en nombre de aquel Dios que, como nos dice Santiago en su carta, no hace acepción de personas, porque en Cristo Jesús decía Pablo ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni ciudadano libre, ni hombre ni mujer...
La Iglesia podrá dar la cara por otros porque en su propio seno los derechos de todos serán tenidos en cuenta: ella respetará la libertad de conciencia de los creyentes en los más variados temas y circunstancia, tomando muy en serio que la conciencia es el “santo de los santos” donde en cada ser humano Dios se manifiesta (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 16).
En nombre de quien vino a liberarnos para ser libres la Iglesia no estará defendiendo su lugar y sus privilegios sino que será servidora de todos y testigo de la vida allí donde ésta se manifieste. Ya no cerrará sus puertas a Raquel que llora a sus hijos, sino que ella misma tendrá una pañuelo blanco en su cabeza. Ya no cerrará sus puertas a nadie, porque su casa, anticipo de la patria definitiva, será la casa de todos.
La Iglesia, taller abierto hacia el futuro
Despertando de mi sueño me encuentro con este texto escrito hace ya unos cuantos años por el cardenal Roger Etchegaray:
“... la Iglesia es capaz de encontrar las huellas del Evangelio en el peregrinar de las personas y de los pueblos. Pero cuanto más se adapta a los tiempos, con mayor razón debe dejar traslucir su aspecto original. El hombre moderno, con frecuencia decepcionado o traicionado por sus propias obras, espera mucho de la Iglesia, mucho más de lo que él mismo declara o incluso piensa. La Iglesia no puede tratar de seducir una clientela; ella sabe, desde luego, que el mundo la superará en todos los campos. Ante los retos gigantescos de este mundo, la Iglesia es como el pequeño David ante Goliat. ¿Qué tiene ella, que el mundo no pueda brindarse a sí mismo? ¿Qué será ella, que no pueda ser inventado por el mundo? La Iglesia no contesta a todos los interrogantes, pero llama a todos a que vayan más lejos, hasta las extremidades de lo humano. No traza un camino suyo propio, sino que abre un taller cada vez más amplio, hasta más allá del año 2000. No da oro ni plata, pero en nombre de Jesucristo dice: ‘levántate y anda’. Ofrece, sencillamente, el encuentro con el Resucitado, con Aquel que despierta y sacia, al mismo tiempo, un hambre de justicia más profunda que aquella de los seres humanos. Una Iglesia que enseñara a las personas sólo aquello que pueden aprender por sí solas, llegaría pronto a ser una Iglesia insignificante, carente de interés, no sería Iglesia. ¡Feliz Iglesia peregrinante en la edad nuclear, pero cuyas alforjas se encuentran llenas sólo de pequeñas piedrecillas pulidas por el torrente del Espíritu! Todos los salvamentos de este mundo, tan necesarios como sean, nunca llegarán a ser una salvación. Y esa salvación, por débil e irrisoria que pueda parecer, es la única que salva verdaderamente al ser humano, a toda la humanidad. He aquí la única ‘fuerza del Evangelio’” (“La doctrina social de la Iglesia”, en «Crecer» 35 (1990) 6).
Después de todo, quizás no seamos tan pocos. Después de todo, este sueño, en distintas formas, ya ha comenzado a ser soñado por muchas personas. Paradójicamente, para alcanzar la Iglesia soñada habrá que permanecer atentos en la vigilia del Espíritu, aquella de la mística y el compromiso, del canto y la liberación, de la gratuidad y la justicia, aquella que, como el lector atento se habrá dado cuenta, ya ha comenzado a ser dada a luz entre nosotros.
Solamente queremos resaltar que para los nuevos judas, hay una verdadera separación entre la Iglesia de siempre y la que ellos pretenden concretar, a partir de lo que ha "insinuado" el Concilio Vaticano II, como ellos mismos dicen.
Y recordarle al autor, quien dice "la Iglesia soñada ya ha comenzado a ser dada a luz entre nosotros", que se aleje de su inspirador, un ángel llamado Luzbel, pues la única luz que le va a dar finalmente es la que brilla en el Infierno.
por Oscar A. Campana
No sé cómo será la Iglesia del futuro. Sólo sé cómo la sueño. Si aún hay un lugar para un sueño histórico-teológico, aquí va uno. Invito a las personas y comunidades que lean estas líneas a soñar conmigo, para que, quizás un día, soñemos todos el mismo sueño.
La Iglesias locales
La Iglesia del futuro será aquella del pasado, aquella que el Concilio Vaticano II insinuó: una comunidad de comunidades. La Iglesia será, ante todo, la Iglesia local. Cuando pensemos a la Iglesia la imagen que asomará ya no será la de la pirámide sino la de la reunión. La Koinonía-Comunión será su nombre propio.
Para esa altura, habrán desaparecido ya los ordinariatos castrenses –resabio escandaloso de las cruzadas–, y las prelaturas personales.
No habrá otra dignidad en la Iglesia que la de ser bautizado y no habrá otra pertenencia que no sea la de una comunidad. Porque la Iglesia del futuro habrá comprendido que el sueño de comunión del Vaticano II sólo es posible si cada Iglesia local es a la vez ella misma comunidad de comunidades. Y más allá de los nombres que éstas reciban, resultará claro que la Iglesia es lo que hace, y lo que hace es crear comunidad allí donde se encuentre. Sólo la comunidad es el lugar de la Teo-fanía, porque sólo en ella puede manifestarse un Dios que en lo más profundo de su ser no es una soledad inmóvil, sino comunión de un Padre y un Hijo en la dinámica del Espíritu. Por eso la Iglesia incesantemente alentará en la historia de los seres humanos la utopía de la fraternidad de la que nos da cuenta todo el Nuevo Testamento.
El obispo de Roma
Un día, en la Iglesia del futuro, todos se habrán dado cuenta que la curia romana no tenía sustento teológico. Y entonces se disolverán los dicasterios, las secretarías y las pontificias comisiones. “La guardia suiza” será el nombre de una chocolatería, y la carrera diplomática de la santa sede será considerada una aberración no menor a la inquisición y a las cruzadas.
Ya no habrá príncipes de la Iglesia ni capellanes de su santidad. El papa dejará sus aposentos apostólicos y se retirará a San Juan de Letrán. La basílica de San Pedro será el templo de todos y el patrimonio artístico del Vaticano pasará a manos de la Unesco.
El papa será, más que nunca, el obispo de Roma. Se encargará, como todo obispo, de los problemas de su diócesis, a la que caminará incesantemente renunciando al papamóvil, sin olvidar que, como decía en el siglo II Ignacio de Antioquía, es el obispo de la iglesia local que “preside a las otras en la caridad”.
Cada tanto se reunirá con los otros obispos, quienes lo visitarán espontáneamente, sin agenda ni protocolos. Cada tanto ocupará su lugar en el Consejo Mundial de Iglesias. Y cuando el obispo de Roma muera, y como ocurrirá con todos los obispos, las comunidades de su diócesis, a través de los presbíteros y con el consentimiento de los demás obispos de la región, elegirán a su sucesor, quien no se le cambiará el nombre ni se le agregará un número.
Las Iglesias hermanas En la Iglesia del futuro dejará de hablarse de ecumenismo. Porque ya no hará falta. Las distintas iglesias habrán aceptado sus diferencias y convivirán en el mutuo respeto, en el fecundo diálogo y en el compromiso común. Dejarán de disputarse a la gente como si fuera un botín y tratarán de dar el testimonio de la unidad desde la diferencia.
Ya no habrá comisiones teológicas que acerquen posiciones porque no habrá posiciones que acercar. Se reunirán para celebrar el pan de la Palabra y de la Eucaristía orando juntos a Dios “para que todos sean uno” (Jn 17,3). Y darán testimonio de Cristo en medio de la vida y del sufrimiento de los más pequeños.
Los ministerios
En esa Iglesia del futuro, comunidad de comunidades, toda ella bautismal, habrá estallado la pluralidad de los ministerios en la unidad de la fe, la esperanza y el amor. Por fin habrá caído el muro o el escalón que separaba al clero y al laicado. La Iglesia será, toda ella, pueblo de Dios. Y lo será realmente en cada uno de sus miembros.
Por fin se habrá comprendido la necesidad y la importancia de distinguir en el sacerdocio entre el carisma del celibato y el ministerio. Y como aún ocurre en la Iglesia que está en Oriente, habrá sacerdotes casados y sacerdotes célibes. Su formación no se hará en el aislamiento de un claustro sino en medio de la vida de la sociedad y de las comunidades. Y, como Pablo, trabajarán para ganarse su pan. El diaconado le habrá mostrado a la Iglesia que toda ella es diácona, servidora. Y este ministerio, el primero que la Iglesia se dio a sí misma, será el más anhelado por los cristianos. Los teólogos enseñarán sin otra condición que la de su compromiso con las comunidades, dejando atrás el modelo aún vigente del teólogo medieval, el “escolástico”, y volviendo al de la Iglesia de los primeros siglos, el del “teólogo-pastor”.
La catequesis, la liturgia, la lectura de la Biblia, la espiritualidad y las diversas formas de piedad popular habrán dado lugar a una gran variedad de ministerios surgidos en el seno de las comunidades y para el servicio de las mismas.
La mujer
En esa Iglesia ministerial las mujeres ocuparán un lugar nuevo y destacado. Saldrán de la sombra a la que tantos siglos de machismo y de lectura masculinizante de los escritos cristianos las habían confinado.
No habrá diversidad de sexos en los ministerios, ni siquiera en el sacerdotal. Nadie ya podrá decir que “la mujer no puede ser signo personal de Cristo porque Cristo fue varón”, como si la gracia de Dios fuera sexuada y sólo se comprendiera desde el género masculino.
Porque en la Iglesia del futuro Dios será celebrado como el Padre misericordioso que nos prepara la fiesta del reencuentro y el perdón y también como la Madre que entrañablemente nos abraza en su regazo. Tras tantos siglos de sexismo y capellanocracia, la Iglesia del futuro será profundamente comunitaria, ministerial y femenina.
La Biblia
En la Iglesia del futuro se recordará al Concilio Vaticano II como aquel que devolvió la Biblia al pueblo de Dios. Y en él, ella hizo su camino. Su lectura en las comunidades hizo descubrir en ella nuevos sentidos que estaban allí, esperando su momento. Ella alimentó la oración y el compromiso. El pueblo supo leerse en sus palabras y releerse en la historia que ella nos relata.
En ella los creyentes se reencontraron con aquel Dios misericordioso que atraviesa todas sus páginas: desde aquel que escuchó el clamor de la sangre de Abel hasta el que, en el final de la historia, enjugará todas las lágrimas. En ella habrán redescubierto el drama de Jesús de Nazaret, el profeta itinerante que no tenía donde apoyar su cabeza pero que ofreció su pecho para que el discípulo apoye la suya en él. Aquel que celebró al Dios que reveló sus secretos a los pequeños y sencillos, los pobres con los que él se identificó hasta el punto de compartir su suerte.
En la Iglesia del futuro el pueblo de Dios, comunidad de comunidades, con la Biblia en la mano, sabrá hacerse él mismo libro abierto en el que Dios siga siendo contado a los seres humanos como relato viviente de amor y misericordia.
Los pobres
La Iglesia del futuro habrá experimentado que en su cercanía a los pobres estaba toda su credibilidad y autenticidad. Y que sólo así ella podía ser, como lo quería Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II, “la Iglesia de los pobres”:
“Para los países subdesarrollados la Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como la Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres” (Juan XXIII, Radiomensaje del 11 de setiembre de 1962, Ecclesia Christi 3. “El misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres, ya que la Iglesia, como dijo el Santo Padre Juan XXIII, es la Iglesia de todos, pero especialmente ‘la Iglesia de los pobres’”: Cardenal Lercaro, intervención del 6 de diciembre de 1962).
La teología de la liberación será recordada como la expresión de aquella Iglesia que mejor comprendió las insinuaciones del Espíritu que salpican aquí y allá el texto conciliar:
“Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo.” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 8).
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los seres humanos de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 1).
Ya nunca más la Iglesia estará del lado de los poderosos. Nunca se sentirá “mediadora” en los conflictos que involucren a los más desprotegidos: ella estará a su lado. Por fin sentirá su misión como la del buen samaritano, haciéndose signo visible del Dios que en su regazo consolará todo el dolor de la historia, del Dios que no tiene otra perfección a ser imitada que la de la misericordia. Desde su lugar junto a los pobres celebrará espontáneamente, y sin causas ni procesos, a los santos y a los mártires de los desheredados, como Angelelli, Romero y Proaño. Y luchará con todas sus fuerzas contra las causas de la pobreza y la opresión.
La Iglesia será ella misma de los pobres, que, como quienes toman posesión de una casa, habrán acomodado todo a su gusto. Y la Iglesia, por lo tanto, será ella misma pobre, no como fruto de un “voto”, sino como natural consecuencia de su conversión.
Los derechos humanos
Desde su fidelidad a los pobres la Iglesia del futuro querrá estar acompañando el compromiso de los hombres de buena voluntad por los derechos humanos, en nombre de aquel Dios que, como nos dice Santiago en su carta, no hace acepción de personas, porque en Cristo Jesús decía Pablo ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni ciudadano libre, ni hombre ni mujer...
La Iglesia podrá dar la cara por otros porque en su propio seno los derechos de todos serán tenidos en cuenta: ella respetará la libertad de conciencia de los creyentes en los más variados temas y circunstancia, tomando muy en serio que la conciencia es el “santo de los santos” donde en cada ser humano Dios se manifiesta (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 16).
En nombre de quien vino a liberarnos para ser libres la Iglesia no estará defendiendo su lugar y sus privilegios sino que será servidora de todos y testigo de la vida allí donde ésta se manifieste. Ya no cerrará sus puertas a Raquel que llora a sus hijos, sino que ella misma tendrá una pañuelo blanco en su cabeza. Ya no cerrará sus puertas a nadie, porque su casa, anticipo de la patria definitiva, será la casa de todos.
La Iglesia, taller abierto hacia el futuro
Despertando de mi sueño me encuentro con este texto escrito hace ya unos cuantos años por el cardenal Roger Etchegaray:
“... la Iglesia es capaz de encontrar las huellas del Evangelio en el peregrinar de las personas y de los pueblos. Pero cuanto más se adapta a los tiempos, con mayor razón debe dejar traslucir su aspecto original. El hombre moderno, con frecuencia decepcionado o traicionado por sus propias obras, espera mucho de la Iglesia, mucho más de lo que él mismo declara o incluso piensa. La Iglesia no puede tratar de seducir una clientela; ella sabe, desde luego, que el mundo la superará en todos los campos. Ante los retos gigantescos de este mundo, la Iglesia es como el pequeño David ante Goliat. ¿Qué tiene ella, que el mundo no pueda brindarse a sí mismo? ¿Qué será ella, que no pueda ser inventado por el mundo? La Iglesia no contesta a todos los interrogantes, pero llama a todos a que vayan más lejos, hasta las extremidades de lo humano. No traza un camino suyo propio, sino que abre un taller cada vez más amplio, hasta más allá del año 2000. No da oro ni plata, pero en nombre de Jesucristo dice: ‘levántate y anda’. Ofrece, sencillamente, el encuentro con el Resucitado, con Aquel que despierta y sacia, al mismo tiempo, un hambre de justicia más profunda que aquella de los seres humanos. Una Iglesia que enseñara a las personas sólo aquello que pueden aprender por sí solas, llegaría pronto a ser una Iglesia insignificante, carente de interés, no sería Iglesia. ¡Feliz Iglesia peregrinante en la edad nuclear, pero cuyas alforjas se encuentran llenas sólo de pequeñas piedrecillas pulidas por el torrente del Espíritu! Todos los salvamentos de este mundo, tan necesarios como sean, nunca llegarán a ser una salvación. Y esa salvación, por débil e irrisoria que pueda parecer, es la única que salva verdaderamente al ser humano, a toda la humanidad. He aquí la única ‘fuerza del Evangelio’” (“La doctrina social de la Iglesia”, en «Crecer» 35 (1990) 6).
Después de todo, quizás no seamos tan pocos. Después de todo, este sueño, en distintas formas, ya ha comenzado a ser soñado por muchas personas. Paradójicamente, para alcanzar la Iglesia soñada habrá que permanecer atentos en la vigilia del Espíritu, aquella de la mística y el compromiso, del canto y la liberación, de la gratuidad y la justicia, aquella que, como el lector atento se habrá dado cuenta, ya ha comenzado a ser dada a luz entre nosotros.
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43 comentarios:
¿Y dónde queda la salvación de las almas en esa Iglesia del futuro? Bah, esta progresía eclesial no cambia más. ¡Si Don Bosco se levantara!
Estamos sin dudas en el final de los tiempos!!!
Este hombre todo lo que dice es
ABERRACIÓN TRAS ABERRACIÓN!!!!!
Lo más dramático es que he visto muchos bichos raros dentro de los salesianos.
Y como si fuera poco tenía que ser defensor del marxismo expresado en la Teología de la Liberación.
¡Qué tipo cabeza hueca, mas que sueño es una pesadilla!
J.B.
Tiempo ha y por motivos de fuerza mayor no pude concurrir a Misa tridentina y opté por ir a una parroquia donde uno de sus vicarios es un piadoso sacerdote que respeta la liturgia y tiene en gran estima a la Tradición (...así lo están persiguiendo).
El cura que daba la misa comentó, como al paso, que dicho padre sería trasladado a la brevedad a otro destino (...me reservo decirlo pero el objetivo es tenerlo lejos de la mayor cantidad de fieles posibles para que no los contamine con la sana doctrina y el ejemplo de como reza santamente la misa) y así invitaba a la misa de despedida. Todo seco y parco.
Acto seguido, informó también que serían trasladados a otros destinos los seminaristas que estaban ahí: ¡APLAUDAMOSLOS HERMANOS!¡DEMOSLES GRACIAS POR SU COMPROMISO SOCIAL!¡MAS APLAUSOS!¡DECHADOS DE TODAS LAS VIRTUDES Y FABULOSOS EN LA HUMILDAD Y CARIDAD! (Las salvas de aplausos seguían). Tomó la palabra uno de ellos en el ambón y comenzó a devolver gentilezas al cura "celebrante". Faltó papel picado y los espantasuegras soplados por el coro de músicos de guitarra electro acústica, bongó y órgano.
Todo sucedido luego de la comunión.
Y mas aplausos cuando se retiraban por el pasillo rumbo a saludar a la gente a la entrada.
Fin del show.
De aquel pío sacerdote nadie se acordó de saludarlo con la misma vara, tampoco los guías litúrgicos y demás adláteres que pululaban cerca del altar.
Fin del drama.
D
amigo de Sor María de la Cruz ??
http://sormariadelacruz.blogspot.com.ar/
Consagrada con votos perpetuos
Biografía
Estudio con las hermanas Esclavas
Entró a trabajar a su Congregación (otra Congregación) en junio de 1992
Entró al noviciado el 8 de diciembre de 1994
Primeros votos el 8 diciembre de 1996
Votos perpetuos el 19 de agosto de 2003
... Realizó trabajos de responsabilidad en su Congregación
Fue injustamente acusada, pero soportó todo con valor y perseverancia hasta que enfermó.
Hoy trabaja en un proyecto para mujeres víctimas de violencia de género y le gustaría la colaboración de todos para lograrlo.Solo habla de Genero.. y de Liberacion..y su negocio para la violencia de genero y libros contra la iglesia.. lo peor es que tienen seguidores jovenes que por estar en problemas son engañados con palabras bobas.. rezo..
Es un papanatas que repite todos los lugares comunes de la progresía. Le faltó "inclusiva" o alguna otra de esas estupideces que se escuchan en cualquier canal, a cualquier hora.
Pero lo más contundente para detectar desde cuando viene el desastre es la continua cita del CVII y del "amado" Juan XXIII.
Lamentablemente Ratzinger, Ranher, König, Alfrink, Schillebeck etc, etc, etc fueron los cerebros de todo esto.
Jauretche
¡¡¡ que mal suene este Campana¡¡¡
hernan Perez del Pulgar
El Sr. Campana sueña la iglesia la de él. No aprendió de BXVI que la Iglesia es unicamente de Él y Él la hizo y la seguirá haciendo como mejor crea conveniente.
El Consejo Mundial de Iglesias... este tipo es un lobo que se presenta con piel de cordero. Por sus frutos los conoceremos!
Si me imagino a Loisy escribiendo hoy, me parece que este personajesco se le parecería mucho a él.
Estos disparates que dice son una síntesis perfecta de como ha ido decantando el modernismo hasta nuestros días; y también, un buen compendio de todos los errores que se enseñan en las distintas "casas de formación" en nuestro país...
¡POBRE IGLESIA DE CRISTO!
Cuánto tiempo más el Señor va a aguantar todo esto...
¡DIOS SE APIADE DE NOSOTROS!
PPB
Caramba, nunca mencionó lo que enseñó Nuestro Señor Jesucristo, solo instrumentalizó Su Persona para describir sus propios deseos y aspiraciones.
Sin dudas está dormido el bolas chatas este ...
Además diganme donde dice el Vaticano II que la Iglesia es comunidad de comunidades... Mas bien Juan Pabllo II lo dijo a los laicos respecto a redescubrir la Parroquia como tal.
Marche un balde de agua para despertar al bolainas priscas!!!!
Dale campanita!!conseguile un puestito en "tu" iglesia a Claudio M. Dominguez , y no te olvides de Giorgio Bongiovanni que se vienen con unos cuentos "seres de luz" amigos,para amenizar la cosa....
Cómo puede ser que tantos salesianos hayan borrado completamente las enseñanzas de San Juan Bosco y su testimonio de vida????????? Es un horror!!! y todo el maravilloso legado de Benedicto XVI ?? No existió??? En qué planeta viven?? Desde luego en la tierra no, no se puede ignorar así tanta espiritualidad tan bella!! Dios los perdone, no saben lo que dicen!!!!!!!!
Qué dira San Juan Bosco de sus hijos salesianos? qué barbaridad ! y Ceferino... ???? oremos mucho por estas personas que están tan equivocadas! muchos rosarios como pide nuestra Madrecita del Cielo!
El canuto que se ha fumao este tío estaba muy bien cargado:
1º-Este hombre no ha estudiado ni teología ni filosofía, es un terrible ignorante.
2º-No puede comulgar porque en realidad además de hereje (negar algún dogma) es apóstata (negar todos los dogmas) o sea ya no pertenece a la Iglesia, al menos a la católica.
3º-Si tanta fobia le tiene a las normas y a la autoridad,y se la otorga a las "comunidades" ¿para qué cita tanto el Concilio VII?
4º-Lo escrito, es doctrina de muchos curas, obispos y cardenales por lo que hace tiempo que la Iglesia se ha dividido cismáticamente.
5º-Como cura que soy, el día que la pesadilla de este ignorante se termine de hacer realidad y se instaure dicha iglesia, ese día automáticamente para ellos, pasaré a ser sismático adherente a la bimilineraria iglesia de cristo que se hirió de muerte con el concilio VII.
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos"..
NO HAY DE QUE PREOCUPARSE, RECEMOS POR LA IGLESIA, EL PAPA, LOS FIELES, LOS SACERDOTES. DIOS HARA EL RESTO. BENDICIONES
Los sueños, sueños son.
Cambiando el chiste pero no el tema: se muere Chávez en la misma fecha del otro ídolo rojo, José Stalin.
Dicen que hace rato que murió pero lo tenían en el freezer.
Consigan el librito LA JUVENTUD INSTRUÍDA de San Juan Bosco y verán la diferencia con lo que se enseña hoy en día.
que Maestro Oscar A. Campana!!! la verdad que me orgullece que haya cristianos que puedan pensar así; y aún mas que sean salesianos...si Don Bosco viviera, sin duda estaría orgulloso de estos salesianos.
además parece marica con tanta comunidad encima!
Muy bueno lo de Campana.
Y a los que hacen la nota, no pierdan tiempo escribiendo en nombre de la iglesia verdadera cuando no son capaces de mirar el misterio de la encarnación al hablar de Ceferino. Vayan y lean!
Sonamos apareció la troupe modernista para defenderse entre ellos.
Ceferino fue preconciliar y tuvo sana doctrina, vayan y lean.
Se ve que nuestra Iglesia anda necesitando "más bichos raros" que vuelvan la mirada y el corazón a Cristo... soñando y proponiendo una nueva Iglesia (¿la Iglesia del futuro?) que se parezca más a lo que el mismo Jesús propone en su Evangelio.
Si "Luzbel" inspira a Campana su (bello) sueño... ¿quién inspirará entonces al que escribe esta nota tan poco constructiva?
Dejemos de ser nosotros los que juzgamos y aprendamos a hermanarnos... "Dejemos a Dios ser Dios".
C.
che Anónimo, lo de "marica con tanta comunidad encima" lo decís por Jesús, que formó comunidad de doce varones? Tu idea es decir que Jesús era marica... ojo que se te da vuelta el discurso...
algunos parece que viven en una nube de ped...se les acabó el intelecto...donde los mandaba el Dante?
no chérie fontaine mon amour, es por que todo es amor amor para este personaje...qué mal pensado sos lulú
El comentario de Don Angel merece un sincero reconocimiento por su honestidad intelectual. Lo dice claro en su punto 5to. Si la Iglesia termina pareciéndose a algo con lo que él no comulga, él sostiene que pertenece a otra Iglesia y se reconoce cismático. Obviamente él cree que realmente es así, que habría dos Iglesias y que la que él sostiene es la verdadera, y la otra es un engendro. Claramente yo no coincido con su visión, pero al menos le reconozco que es honesto. Hay muchos otros que ya concluyeron lo mismo sin ver hecho realidad el sueno del Padre Campana, y ni siquiera se hacen cargo de que son cismáticos, hasta se ofenden si uno les muestra que lo son!!
Cismáticos son los modernistas que se cismaron de la verdadera iglesia con el VII, seguramente el padre Ángel a eso se refería.
Un comentario acertado de otro blog.
..los modernistas pondrán al "Papa", la doctrina y la eclesialidad, y los conservadores, la obediencia ciega, los aplausos y el decorado, el escenario así como el dinero, es decir una simbiosis perfecta
uh estamos completos volvió c...
Dejemos a Dios ser Dios y no pensemos en nada parece que dicen algunos.
Campana, chiquito, mirá que decís sandeces. Obviamente, no terminé de leer tus imbéciles sueños. Cuando tengas algún sueño digno de contar, como los de Don Bosco, inspirado por Dios, entonces sí valdrá la pena conocerlo. Mientras tanto,andá a trabajar en algo útil, que la sobra de tiempo te cae muy mal.
Sr Campana :desde mi humilde lugar de catolico de a pie,le sugiero agarre una pala y se ponga a hacer pozos.Al finalizar el dia ,el cuerpo exhausto, lo hara dormir profundamente y asi evitara soñar huevadas.
criollo y andaluz
Todo lo que dice este tipo es verdad. Yo también sueño con esa Iglesia , con una Iglesia que este al servicio de los marginados y los pobres.
La mayoría de los comentarios en la nota , solo contienen el odio que caracteriza a la derecha reaccionaria.
Siga en lo suyo Campana , que somos no esta solo. Somos muchos lo que soñamos lo mismo que usted.
Estimaado Carlos Alberto ¿leyó Ud los escritos de Don Bosco? ¿que sabe con certeza de lo que pensaba?
Son muchos los que se imaginan otra Iglesia, ¿está Cristo entre ellos?
Me parece que Ud y muchos quieren la Iglesia que a Uds les gusta.
Los que piden a la Iglesia que cambie me hacen acordar a Jesus tentado en el desieerto, "complace mis pedidos, amoldate a lo que la gente le gusta, convierte la piedras en pan para alimentar a los pobres a cambio tendras el mundo" le decia el tentador. Jesus le contestó con la palabra de Diios.
Blas que torpe es, no que cambie la iglesia sino que vuelva a lo anterior, donde se enseñaba sin error. Pero que obsecado que es este blas casi femo.
Porque no se dedica a la vida de oración a ver si se le prende un poco la lamparita y no viene con sus estulteces a provocar.
"complace mis pedidos, amoldate a lo que la gente le gusta, convierte la piedras en pan para alimentar a los pobres a cambio tendras el mundo"
pues eso blas es justamente lo que hizo el vedos: abajar a la Esposa de Cristo al mundo, que en si es un enemigo del alma junto con la carne y el demon.
y es muy parecido a lo que enseña la teología de la liberación
lo pobres.. lo pobres... los pobres
uf ... en los setenta como andaban con ese versito.
Perdón Blas mi respuesta era para Carlos Alberto.
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