jueves, 18 de octubre de 2012

Monición - XXIX Domingo durante el Año


Monición para el
XXIX Domingo del Tiempo Ordinario


Queremos estar uno a tu derecha y otro a tu izquierda

Las lecturas de hoy nos hablan de Jesucristo bajo el aspecto del Servidor Sufriente y del Hijo del Hombre, es decir de Hijo de Dios.

Servidor es quien hace de la Voluntad de Dios su propia voluntad. Por eso el Hijo lo es por antonomasia, ya que ha tomado el Cáliz que el Padre le señalara en su inescrutable designio de salvación; enseñándonos, al mismo tiempo, que para configurar nuestro corazón de hijos debemos mirar al Padre y decirle: ¡Hágase en mi según tu voluntad!.

Dice la Escritura que el Servidor Sufriente, que se entregó a Sí mismo como ofrenda de expiación por los pecados de los hombres que han querido hacer su propia voluntad, verá a sus descendientes y gozará de una larga vida.
Profecía que se cumple en Jesucristo quien, sentado a la derecha del Padre, ve la muchedumbre de los hijos de Dios qué Él ha comprado con su Amor y su preciosísima Sangre.

Sin embargo, no les fue fácil a los Apóstoles entender esta realidad antes de la Pasión. Por eso, cuando Santiago y Juan le pidieron al Señor sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en Su gloria, no sabían que estaban solicitando el lugar que ocuparían dos ladrones en el Gólgota.

Porque la Gloria de Jesucristo se manifestó en la Cruz, cuando al cumplir el deseo de su Sagrado Corazón que es hacer la Voluntad del Padre hasta la muerte; nos enseñó cómo hacernos hijos por el seguimiento de su ejemplo; es decir, por la perseverancia en las tribulaciones.

La Gracia y la Misericordia de Dios, de las que tenemos necesidad para ser verdaderos hijos suyos, desciende sobre nosotros en la medida del deseo que tengamos por conocerlo.
Pero no podremos conocer a Dios apropiadamente si mantenemos obstáculos en el corazón.
Pidamos entonces, con gemidos inefables al Hijo, que purifique nuestros corazones y abra nuestros ojos a fin de que podamos conocerlo, y por Él lleguemos a ser hijos del Padre y partícipes en la vida divina.

El autor de la Carta a los Hebreos dice hoy que nos acerquemos confiados al Trono de la Gracia para alcanzar misericordia y gracia.
Pero no debemos olvidarnos que sentado a la derecha de ese trono en el que está el Padre, el Hijo intercede por nosotros luego de habernos enseñado a pedir con el Padre Nuestro. Meditemos frecuentemente esta santa oración, y aprendamos en ella a desear lo necesario para llegar al Cielo.


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