Monición para el II Domingo de Cuaresma
20 de Marzo de 2011
En este domingo, segundo de cuaresma, los textos bíblicos nos hablan de lo que se ha dado en llamar "la pedagogía de la fe", es decir, el modo en que Dios nos comunica sus misterios durante el tiempo de nuestro peregrinar terreno.
Dios, que se nos muestra pero al mismo tiempo se esconde, se ha ido manifestando paulatinamente, haciéndose cada vez mas cercano, colmando poco a poco el abismo abierto por el pecado de Adán. Todo el Antiguo Testamento nos habla de este aproximarse del Dios tres veces santo a la humanidad descarriada.
Sin embargo la presencia de Dios entre nosotros es misteriosa. No todos llegan a descubrirlo a través de la humanidad de Jesucristo, porque Dios parece querer al mismo tiempo revelarse y ocultarse en la persona del Hijo. Por eso la fe se asemeja a aquella nube luminosa en la que Dios se manifiesta al pueblo de Israel durante su caminar por el desierto.
Hoy Jesús trasluce el misterio de su divinidad presente en su humanidad y, cuando la fe se hace menos oscura, Pedro le dice: "¡Señor qué bien estamos aquí!". Sin embargo, el plan de Dios para nuestras vidas no es el imaginado por Pedro, pues no se llega a la gloria sino por la cruz.
Jesús manifiesta a sus discípulos, solo por un momento, el misterio de la gloria divina que se esconde tras el velo de su humanidad, para prepararlos a la hora del dolor, de la humillación de la aparente derrota. Se lo manifiesta para hacerles comprender, que no va al encuentro de la traición y de la muerte como quien, por no poder eludirlas, se resigna estoicamente a padecer lo inevitable, sino por que está decidido a cargar con los pecados de toda la humanidad.
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