Enseñanzas que conviene recordar en
Tiempos Electorales
Tiempos Electorales
Breve Alocución del Prof. Dr. Antonio Caponnetto,
en la Décimosexta edición de la entrega del
Gran Premio de Honor Virgen de Fátima,
otorgado por la Fundación Fátima III Milenio
13 de Mayo de 2009
(Duración 16' 30")
(Duración 16' 30")
El pasado trece de Mayo, luego de entregado el Gran Premio de Honor Virgen de Fátima correspondiente al año 2009 al Ing. Víctor Chéquer, el Dr. Antonio Caponnetto se dirigió brevemente a la nutrida concurrencia para referirse a los principios rectores de ese arte tan elevado que debe ser la política; cuya eficacia está asegurada si, como dijo León XIII en la Inmortale Dei, "acogiese la autoridad, el Magisterio y las orientaciones de la Iglesia con mayor lealtad y confianza". Porque como el mismo pontífice recuerda en la mencionada encíclica: "si la Europa cristiana civilizó a las naciones bárbaras, he hizo cambiar la ferocidad por la mansedumbre, la superstición por la verdad y rechazó victoriosa las invasiones de los mahometanos, y conservó el cetro de la civilización y se ha acostumbrado a ser guía del mundo hacia la dignidad de la cultura humana y maestra de los demás; y ha agraciado a los pueblos con la verdadera libertad en su variadas formas; ese gran beneficio se debe, sin duda ni discusión posible, a la religión Católica, la cual auspicio la realización de tamañas empresas y coadyuvó a llevarlas a cabo".
Nos ha parecido oportuno en estos tiempos electorales, en que el croar irritante de las ranas apocalípticas repite hasta el cansancio un sinnúmero de sofismas y verdades a medias cuyo fin inmediato es resguardar el lucrativo negocio de la partidocracia, publicar la mencionada alocución; con la esperanza de que sea una pequeña luz en la oscura niebla que han contribuido a formar tanto algunos batracios con mitra y sin báculo que, abandonado miserablemente al rebaño frente al lobo se alejan de la verdadera doctrina, como el constante cantar gramsciano de los medios.
Seis principios han de recordarse en estos tiempos tan llenos de política, y no justamente de la buena, si se desea lograr el bien común y la salvación de las almas:
La Libertad como preferencia reflexiva de lo mejor; la Autoridad como poder emanado de Dios para cumplir y hacer cumplir su santa Ley; la Caridad que hace descender al gobernante hacia sus inferiores; la Justicia que dando a cada quien lo que le corresponde evita que el Estado, como dice San Agustín, en nada se diferencie de una banda de ladrones; el Bien Común, unidad maravillosa que surge del bienestar humano ordenado a la virtud y de la virtud ordenada a la salvación; y la Soberanía, dominio sobre el territorio y las patrias fronteras, pero también y principalmente, señorío sobre su alma que no podrá lograrse si Cristo y María Santísima no reinan en la Patria Católica.
Enseñó el Papa Pío XI en la encíclica Quas Primas que hay que saber advertir el problema teológico que subyace tras la cuestión política ; por eso, al desafío satánico del Príncipe de este mundo que quiere señorear sobre la Ciudad de Dios, sólo podrá respondérsele exitosamente con la doctrina de la Realiza Social de Jesucristo. Cualquier otra opción es marchar hacia el fracaso y la muerte de la Patria.
Para un mayor abundamiento de estas vitales enseñanzas, nos permitimos recomendar el libro de Antonio Caponnetto, La perversión democrática, publicado y presentado en el año 2008.
La alocución se ha divididos en dos partes que pueden verse a continuación. Debajo de ellas, se puede oír el audio de la misma y, más abajo aún, se indican los enlaces que permiten bajarlo, como es habitual.
La alocución se ha divididos en dos partes que pueden verse a continuación. Debajo de ellas, se puede oír el audio de la misma y, más abajo aún, se indican los enlaces que permiten bajarlo, como es habitual.
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La ilustración: "Bandera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires", en cuyo centro se ve el llamado Escudo de Garay en el cual, el águila negra de la casa de Austria eleva con su garra derecha la Cruz colorada sangrienta de Calatrava por encima de la corona imperial, para significar que el poder real no solamente viene y está por debajo de Dios, sino que se pone a su servicio. Como aclaró el fundador de la Ciudad de la Santísima Trinidad en el mismo auto en que proveyó las armas de su escudo: "haber venido a este puerto con el fin y propósito firme de ensalzar la fe católica y servir a la corona real de Castilla y León".
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