domingo, 5 de abril de 2009

Del Hosanna al Crucifícalo

Liturgia de la Palabra en el
Solemne Domingo de Ramos
05 de Abril de 2009
Mons. José Torquiaro
(Audio - 45' 57")


El Domingo de Ramos, al mismo tiempo que marca el comienzo de la semana Mayor de nuestra fe, nos habla de victoria y de aparente derrota, de alegría y de tristeza. Para discernir con claridad esta paradoja debemos recordar que la Cruz de Cristo es un verdadero triunfo y nos señala el camino que lleva a la Libertad y la Resurrección.
Al ver a Jesucristo entrar triunfalmente en Jerusalén, símbolo de nuestra alma, consideremos cuáles deben ser las virtudes conque hemos de preparar esta morada al Divino Huésped. Así como los circundantes se despojaban de sus túnicas y mantos, según el primer Evangelio que la Iglesia manda leer antes de la procesión de Ramos, para recibir a Cristo debemos quitar de nosotros toda mediocridad, flaqueza y pecado. Y esto, no solamente en el orden individual, sino también familiar y social, porque entre malezas y espinos ni la buena semilla puede fructificar.
Del mismo modo, a ejemplo de los habitantes de Jerusalén que recibieron al Señor con olivos y palmas, símbolos de paz y de victoria, luchemos sobre la molicie y la cobardía, sobre una falsa prudencia que mantiene a muchos indiferentes al mal, para que Dios nos otorgue el triunfo y la paz, que es obra de la Justicia.
Las lágrimas amargas que Jesucristo derramó sobre la Ciudad de David, no solamente se debieron a la angustia de prever su destrucción y la muerte de sus habitantes en un futuro cercano, sino también al saber que cuatro días bastarían para que la ingratitud, la cobardía y la traición cambiaran el Hosanna por el Crucifícalo. ¡Qué Dios nos conceda mantener el propósito de seguir al Señor y serle fieles hasta la muerte!

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La ilustración: "Entrada en Jerusalén", dibujo de Gustav Doré publicado en La Biblia (1865)

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