lunes, 17 de diciembre de 2012

6 - La Noche toca a su fin


XXXII Congreso Internacional de Buenos Aires

Concentración nocturna de los Hombres

11 de Octubre de 1934

(Video: 03' 53")

Uno de los altares de aquella memorable noche.

Al final de este post se puede ver la cuarta parte del video sobre el Congreso, que incluye un mensaje del entonces  Cardenal Arzobispo de París Dr. Juan Verdier. Ver el artículo precedente de la serie AQUÍ.
"La noche toca a su fin" llamó el escritor Manuel Gálvez a una novela suya ambientada durante el Congreso.


Si la Plaza de Mayo hubiese conservado su antiguo nombre (de la Victoria), habría reflejado con toda exactitud el sentido del acto eucarístico que pareció congregar, en el inmenso altar de la medianoche, a todos los hombres del mundo. Era aquélla, en efecto, la Plaza de la Victoria. Victoria de la fe, victoria de la paz, que elevaba a todo un pueblo en las alas imponderables del espíritu.

La palabra no alcanzará a reflejar jamás toda la augusta imponencia de la ceremonia. Porque mientras los hombres de Buenos Aires afluían al vasto espacio y la multitud se hacía una sola masa oscura, inquieta y ondulante, el marco circular que la contenía, se iluminaba, transparente y sonora, como un vaso de cristal recortado en la noche.

 …Y la Hostia Sagrada se elevó frente a la multitud en la divina presencia de la primera ofrenda. Y por sobre la plaza, de rodillas, vagó un tenue rumor sin eco. Algo así como si palpitase en silencio, un solo, un enorme corazón.


Comentario de La Nación, 12 de octubre de 1934



¡Más de 200.000 hombres, como atraídos por un imán, en interminable torrente, avanzan compactos, orando, cantando y postrándose a los pies de Cristo!; adorar a Cristo, recibir a Cristo sobre la gran Plaza de Mayo, frente a la casa de gobierno de esta República Argentina.

En aquella plaza los he visto fraternizar, abrazarse en Cristo, jurar su fe, su amor a la Patria, ¡llorar de amor! ¡Fue un espectáculo único en el mundo! ¿Qué sentían? ¡A Cristo! ¿Quién estaba? Cristo, queridos hermanos estaba Jesús, estaba el Señor pasando por esta metrópolis y descendía junto a su pueblo. 


San Luis Orione, Buenos Aires, 19 de Marzo de 1935



El otro acto a que me refería no se efectuó en Palermo, sino en la Avenida de Mayo, en el corazón de Buenos Aires. Extiéndose esta espléndida vía desde el suntuoso Palacio del Congreso, hasta la Casa Rosada, residencia oficial del Presidente de la Nación; es un bulevar que rivaliza con los mejores de París. En las noches del Congreso lucía una iluminación fantástica: encajes de luz, graciosos arabescos, bañaban con claridad meridiana la Avenida. Allí se efectuó lo que se llamó concentración de hombres.

Cinco altares se habían levantado en el fondo de la Plaza de Mayo. Desde las diez de la noche empezó a confluir un verdadero río humano: colegios, asociaciones, grupos de caballeros, colectividades obreras. La Avenida desbordaba: doscientos mil hombres se habían ido acumulando allí. Se oía por donde quiera el himno eucarístico.

A las doce empezaron las misas y las comuniones. Y entonces se desarrolló de pronto una ola de fervor místico, que pasó sobre aquel bosque espeso de cabezas inclinadas e invadió hasta los balcones en donde se apiñaban miles de espectadores muchos de ellos simplemente curiosos; otros indiferentes.

Y se vieron escenas dignas de la Iglesia primitiva: caballeros, militares, hombres de todas clases tocados de súbito fervor entraban en filas, o descendían de los balcones, para confesarse en mitad de la Avenida, rodeados de público, de pie, abrazados al sacerdote y una vez dada la absolución, corrían a recibir el Pan Eucarístico.

Hubo conversiones asombrosas; primeras confesiones de hombres y de mujeres que jamás habían entrado en la iglesia. Yo supe cosas conmovedoras. A las tres de la mañana continuaba distribuyéndose la Comunión. Y la multitud no se retiró sino con las primeras luces del alba.

Es este uno de los rasgos característicos del Congreso de Buenos Aires. Esos arranques de arrepentimiento, esas confesiones en público, ese arrobamiento colectivo, parecían necesitar para desarrollarse las criptas penumbrosas de las vetustas basílicas o la laberíntica oscuridad de las Catatumbas. En cambio, ahora se manifestaban bajo la claridad deslumbrante de la luz eléctrica, en una avenida mundana, entre gentes formadas en el ambiente profano de una metrópoli moderna.

Dr. Antonio Gómez Retrepo (Representante de Colombia)



Cedemos la parte central de la crónica de esta gloriosa noche, a la pluma de Hugo Wast quien continúa el relato comenzado en el Día de los Niños (Ver Aquí).

Mauricio Kohen salió y fué a cenar en cualquier parte, sin rumbo y aturdido; y a eso de las nueve regresó. Desde su balcón vio como un hormiguero de hombres la plaza del Congreso, profusamente iluminada. Acudían de todos los rumbos. Unos en corporaciones, con estandartes, cantando himnos; otros, aislados, silenciosos, abstraídos bajo las rachas del huracán interior.

En la Plaza de Mayo, a dos kilómetros de distancia, estaban los altares y la torre del locutor. Un sacerdote dictaba por el micrófono los movimientos de la muchedumbre. Azoteas, balcones, aceras, zaguanes, eran apretadas piñas de gentes sobrecogidas.
Lo que ellos veían, lo que ellos oían, ni lo vieron los ojos ni lo oyeron jamás los oídos. Empezó a correr el río humano.

Doscientos mil hombres de toda condición, de toda edad, la cabeza descubierta, confundidos en una franca hermandad, sin armas, sin gritos, sin policía para defenderlos ni ordenarlos ni contenerlos, impulsados por un ansia de luz, marchaban en la noche hacia Cristo.

La brisa del río, trayendo en sus alas el sabor del mar lejano, adelgazaba el aire. Desde las suaves estrellas parecía bajar la fervorosa voz del locutor. Su primera plegaria fue en favor de los enfermos, que no podían presenciar el portentoso desfile.

Roguemos por los que no han venido, y sufren en sus camas. Padre nuestro que estás en los cielos... Como el ronco bramido del mar fue la respuesta de la muchedumbre. Y otra vez el majestuoso silencio.

La segunda plegaria, por los que no quisieron ver, ni oír.
-Roguemos por los que no han querido venir, espíritus fuertes, que se creen ateos y no son sino creyentes desesperados, para que el Señor les dé la esperanza de que si se arrepienten ellos también serán perdonados. Padre nuestro.
Aquella oración partió la costra del orgullo en muchos corazones. Y se vio desprenderse de zaguanes, balcones, negocios y acudir y confundirse en la marea, a los heridos por el rayo de la gracia.

Pero ¡cuántos otros resistieron el impulso interior de arrojarse en el torrente de la sangre de Cristo! ¡Cuántos envidiosos, tristes, irresolutos, aferrados al hierro de un balcón, a un prejuicio, a un pretexto, a un respeto humano, a un bien mal adquirido, a un amor culpable!

-Si yo tuviese el valor de retractarme, de restituir, de romper tal cadena, de huir tal ocasión, de desafiar tal sonrisa, me juntaría con vosotros, comulgaría con vosotros. ¡Rezad por mí, que soy débil y orgulloso, para que vuestro Dios, en quien creo, me haga humilde y fuerte!

Así, con las manos crispadas en el hierro de su balcón Mauricio Kohen hacía una hora que resistía la impetuosa tentación de bajar hasta la acera. No lo hacía por miedo de que el oleaje lo envolviera y lo arrebatase.

¡Ah! ¡Eso no debía ser! Los pecados de ellos no eran los de él. Ellos no habían renegado de Cristo, ni maldecido su nombre en la Sinagoga. Cualesquiera que fuesen sus prevaricaciones, ellos estaban dentro del Credo y cualquier sacerdote podía absolverlos. El, no. Habiendo sido bautizado, y perteneciendo ahora a otra religión, le exigirían que abjurase, antes de permitirle participar de sus misterios.

Aunque él se arrojase en el torrente, el torrente lo vomitaría. De nuevo la voz del locutor.
Seguía, punto por punto, el oficio del Viernes Santo, que indica por quiénes debemos rezar.

-Roguemos por la Iglesia de Dios, a fin de que el Señor se digne darle la paz sobre la tierra.

Kohen pensó cuántas veces, en veinte siglos, los enemigos de Cristo, movidos por la Sinagoga, habían perseguido a la Iglesia.
A unos, ella los había convertido en apóstoles, como a Pablo de Tarso. A otros los había visto hundirse en la eternidad, blasfemando, como Juliano el Apóstata: "¡Venciste, Galileo!"

-Roguemos también por nuestro Santo Padre el Papa... Kohen pensó:

 -¡Extraño destino el de los soberanos de la Iglesia! El mundo ha visto a los herederos de cien reyes, despojados de su herencia. Y no ha visto nunca la corona de un Papa, que no tiene herederos caer en manos de sus enemigos. Dinastía inmortal. Cuántas veces se ha anunciado que el Papa reinante, sería el último. Y la profecía cada vez aparece más distante de cumplirse.

-Roguemos también por nuestros Obispos y sacerdotes y por todo el pueblo cristiano.
-¡Mezquindad de la Iglesia! -pensó- ¡Rogar por los suyos!

Y el micrófono le respondió en el acto:

-Roguemos por nuestros catecúmenos, los convertidos, que todavía no están con nosotros, para que el Señor abra sus oídos y sus corazones ¡Padre nuestro!

-¡Estos ruegan por mí! Aunque yo quisiera convertirme, yo no sería un catecúmeno. En su lenguaje, soy un apóstata. Pero no, yo soy judío, y mis leyes el Talmud.

El micrófono volvió a responderle, y esta vez la respuesta lo inmutó:

-Roguemos por los judíos, a fin de que el Señor desgarre el velo que envuelve sús corazones y ellos también conozcan a Jesucristo. ¡Padre nuestro!... (Oficio del Viernes Santo)...

Mauricio Kohen sintió el rostro bañado de lágrimas, y una turbia oración asomó a sus labios:

-¡Señor Jesucristo, en quien no creo ni quiero creer el Hijo de Dios! Ayúdame, si tienes valimiento; sálvame de esta oscura asechanza papista y confirma mi incredulidad.

- ¡La medianoche! -exclamó el locutor
- Va a comenzar el Santo Sacrificio de la Misa, en memoria del sacrificio del Calvario. Después de la consagración, trescientos sacerdotes, con copones, distribuirán la Sagrada Comunión. No sois vosotros los que venís a Cristo; es El mismo quien os saldrá a buscar por las calles, por las plazas por los zaguanes... 

Kohen no quiso perder aquel espectáculo, que renovaría escenas de los tiempos evangélicos. Descendió de su balcón y se metió en el torrente, murmurando un versículo del profeta Ezequiel: "Iré en busca de la oveja extraviada y levantaré lo que estaba caído." (Ez. 34. 16.) ¿En busca suya, acaso? ¡No, en busca suya no! El no creía, ni quería creer en el dueño de la viña, que buscaba obreros en todas partes y a toda hora.

El mismo Ezequiel parecía hablar de él cuando decía: "Y la casa de Israel no querrá escucharte, porque tiene la frente dura y el corazón empedernido." (Ez. 3. 7)

Avanzó con los otros, lentamente, hacia la plaza de Mayo, firme en su rebeldía, mas anegados sus pensamientos por aquel mar impetuoso.

El locutor habló de nuevo:
-Dentro de pocos instantes comenzarán las comuniones. Recuerdo y advierto a mis hermanos que ninguno se acerque a recibir el Sacratísimo Cuerpo de Cristo sin la preparación debida, es decir, sin haberse antes confesado.
Silencio que subía hasta las estrellas. La muchedumbre era un océano de contrición profunda y silenciosa.

-No hay pecado que no se perdone, clamaba el locutor
-.Por los crímenes más desenfrenados que la imaginación pueda concebir; por los delitos más nefandos que el corazón pueda desear, han satisfecho ya las manos y los pies de Cristo, clavado en la Cruz y muero para salvamos. ¿Quién será tan necio, esta noche, que escupa la sangre de Cristo?...

¡La Elevación! ¡De rodillas, hermanos míos, adoremos la Hostia!


Aquellos millares de hombres se arrodillaron en la calzada y adoraron la Hostia, que se alzaba en un altar lejano. Volvió la voz vibrante y fervorosa a hacer la advertencia:

-No hay pecado que no se perdone. Si alguno no ha tenido tiempo de confesarse, puede hacerlo ahora con cualquier sacerdote, en la calle misma. Por excepcional disposición de la Santa Sede esta noche todos los sacerdotes pueden absolver todos los casos, hasta los reservadísimos. Esta facultad extraordinaria, jamás concedida con tal amplitud, es para que nadie quede hoy sin recibir a Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida.

En ese momento Buenos Aires presenció el milagro que había de marcar esa noche, como la más asombrosa de sus noches. Vióse a hombres que se apartaban de las filas, se dirigían a cualquiera de los sacerdotes que marchaban entre la multitud, y se confesaban allí mismo, en plena calle, o al pie de una columna, o en un zaguán, o en el rincón de un café, o en el umbral de un negocio, de rodillas o de pie. Y fueron miles de miles los que borraron así los pecados.

Y Mauricio Kohen fué uno de ellos.

El locutor acababa de pronunciar las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan: "El que come de este pan vivirá eternamente." (Juan, 6. 52.)

Y él se sintió traspasado por el ardiente dardo de la gracia y gimió desde el fondo de sus entrañas doloridas: "¡Señor ayuda mi incredulidad! Yo también comeré de tu carne para no morir. "

Se acercó a un sacerdote, y se confesó bajo las arcadas del Cabildo, frente a la plaza de Mayo. Se levantó con el rostro en lágrimas, y se aproximó adonde daban la Comunión. Como había anunciado el locutor, trescientos sacerdotes recogieron los copones de hostias recién consagradas, en los cuatro altares de la plaza, y empezaron a distribuidas.

209.000 hombres comulgaron en la Plaza de Mayo

Pronto no fué posible dar una hostia a cada comulgante, porque no hubieran alcanzado, y fué preciso fraccionadas y repartir sus pedazos. Y como la columna humana se extendía en una distancia enorme, muchos sacerdotes descendieron al subterráneo, llevando, por primera vez en el mundo, en aquellos trenes veloces y modernísimos, el Pan que confiere la vida eterna. Lo cual nadie se había imaginado que pudiera ocurrir.

Se acabaron las hostias a las dos de la mañana y hubo que llamar precipitadamente a algunos sacerdotes para que celebrasen en la Catedral, ya que la consagración no puede ser hecha fuera de la misa. Y se consagraron y se distribuyeron esa noche 209.000 formas.

Eran las cuatro, clareaba el 12 de octubre, y aun seguían los hombres confesándose en las calles y comulgando en la Avenida, en un trayecto de dos kilómetros, de plaza a plaza. (de la Plaza del Congreso a Plaza de Mayo).
A esa hora se retiró Mauricio Kohen, deslumbrado por la nueva luz, y hallando dulzura en el desesperado grito de Juliano el Apóstata: "¡Venciste, Galileo!" Porque es dulce declararse vencido del Amor.

Hasta aquí la crónica de Hugo Wast en su libro El Kahal-Oro.




Película sobre el

XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Bs. As.
Cuarta Parte

11 de Octubre de 1934

Misa Nocturna de los hombres






Si bien estuve en todos los actos con mi familia, cercano a la gran Cruz, ha quedado en mi memoria la gran impresión de la noche de los hombres.

Fui con mi padre, de pantalón largo, pues ya tenía 14 años. Se calcularon 40.000 y fueron más de 200.000 los hombres que integraron esa gran manifestación de fe.

La marcha era lenta y la multitud compacta, colmada no ya de vereda a vereda, sino de pared a pared, en oración, silenciosa. “Recoleta” la llamaría yo, porque no hubo gritos ni nada que altere su ambiente piadoso.

Monseñor Franceschi, con su voz característica, iba guiando la oración, y manteniendo ese clima sobrenatural. Mucha gente nos miraba desde las ventanas y balcones, y no pocos iban bajando a la Avenida para confesarse y comulgar, allí, delante de todos, sin respeto humano alguno.

En la Plaza de Mayo habían comenzado las cuatro Misas, pero con mi padre no pudimos llegar, estábamos a la altura de la calle Piedras, y detrás nuestro había una multitud de no menos de cuatro cuadras. Los sacerdotes tuvieron que ir por el subterráneo par llevarnos la comunión a los que estábamos tan lejos.

Dr.Raúl Devoto


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4 comentarios:

Anónimo dijo...

El GRAN FILÓSOFO, INTELECTUAL DE PRIMER ORDEN DEL KIRSHNERISMO, DOCTOR HONORIS CAUSA DE LA GRAN UNVERSIDAD DEL BOLUDEO MEDIÁTICO PABLO FEINMANN, QUITÓ EL GLORIOSO NOMBRE DE HUGO WAST A NUESTRA BIBLIOTECA Y ENTRE SUS RAZONES EXPRESÓ QUE LOS ARGENTINOS NO DEBERÍAN LEER BAJO NINGÚN CONCEPTO A HUGO WAST. Me gusta mucho ver cómo los liberomarxistas dan cátedra de "libertad de espresión" una vez que llegan al poder.
Pero los habitantes de aquí se lo merecen, y mucho más la jerarquía eclesiástica, por COBARDES E IGNORANTES! Ojalá que pronto profundicemos el modelo y tengamos una Cuba grandota. Los pocos argentinos que quedamos nos resignaremos, pero una gran inmensa mayoría de habitantes apóstatas se va a arrepentir. Viva argenzuela!!! Como decía el santo padre Castellani: al que se quiere equivocar no hay pero castigo que dejarlo que se equivoque.
PD: Como seguramente saldrán al cruce de estas palabras esos "pastores progres" disfrazados de ovejas intelectualoides, quiero informarles que su gran amigo Feinmann agregó además que el libro Juana Tabor 666 era un libro nazi. Dejando claro que por ser profundamente católico no puedo ser nazi, no sé quién es este estúpido para recomendar libros. Y digo estúpido porque además, debió haber consultado antes de a hablar porque precisamente FUE EL MISMO REGIMEN NAZI QUIEN PROHIBIÓ ESE LIBRO DE HUGO WAST.
Que el Sr feinman y los obispos progres empiecen a denunciar las constantes y periódicas quemas en plazas púbicas del Santo Evngelio (que les advierto es la sagrada palabra de Dios)en el Estado terrorista de Israel.

Anónimo dijo...

Me pareció útil poner lo siguiente en este excelente post del Congreso Eucarístico, por eso copio la traducción de un muy interesante artículo de "The Economist" que versa sobre el resurgir de la Tradición Católica -combatida desde hace mucho tiempo en el seno de la Iglesia-, que desconcierta tanto a liberales como a progresistas. Este es un medio impreso dedicado a temas económicos y financieros con una clara línea agnóstica lo que sorprende mas aún y que por lo tanto exime de pensar en algún lobby “tradi”.

Mis estimados coforistas, nuevamente lo digo y no solo yo: debemos estar agradecidos a Mons. M. Lefebvre y a la Fraternidad San Pio X por habernos conservado el antiguo rito, el rito de siempre.

D

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La tendencia tradicional en la Iglesia Católica según "The Economist"

15 de Diciembre de 2012 | de la Edición impresa.-

Desde el Concilio Vaticano II en 1962 la Iglesia Católica Romana se ha esforzado mucho para adaptarse al mundo moderno. Sin embargo en Occidente los creyentes se han alejado de manera masiva, a pesar de que muchos abrigaban esperanzas de que un mensaje modernizado sería mejor recibido. Por ejemplo, la concurrencia a la Misa dominical en Inglaterra y Gales se ha desplomado a la mitad desde los 1.8 millones registrados en 1960 y la edad promedio de los parroquianos ha subido de 37 años a 52 en la actualidad.
En los Estados Unidos esta concurrencia ha declinado más de un tercio desde 1960; en Francia menos del 5% de los católicos atienden regularmente a la Misa, y en Italia lo hace sólo el 15%.

Sin embargo, mientras la corriente principal se desvanece, los seguidores de la tradición católica crecen.

Tomemos por ejemplo la Misa en latín, abandonada por el Concilio en 1962 y reemplazada por la liturgia en lengua vernácula: en el rito tradicional, el sacerdote consagra el pan y el vino en un susurro con la espalda hacia la congregación. Una especie de anatema para los que piensan que la apertura es el espíritu de los tiempos, pero no para el sacerdote norteamericano John Zuhlsdorf que mantiene un blog y explica que así se vivifica y estimula a los orantes, a diferencia del facilismo liberal o progresista que se presenta en las ceremonias ordinarias: "Esto no es una asamblea escolar", explica.
Otros comparten su entusiasmo. La Latin Mass Society de Inglaterra y Gales, constituida en 1965, tiene hoy más de 5000 miembros, y el número de Misas semanales en latín en esos países ha aumentado de 26 en 2007 a 157 en la actualidad, y en los Estados Unidos, de 60 en 1991, a 420.

En el Brompton Oratory, plaza fuerte del tradicionalismo londinense, 440 personas llenan el lugar para la Misa en Latín cada domingo; esto es el doble que la iglesia más llena de toda Inglaterra. Las mujeres lucen sus mantillas y los hombres concurren con saco.
Sin embargo no es un pasatiempo anacrónico: la congregación es joven e internacional, y el tradicionalismo católico está atrayendo gente que ni siquiera había nacido cuando el Concilio Vaticano II intentaba rejuvenecer a la Iglesia. Los grupos tradicionalistas tienen miembros en 34 países, incluyendo a algunos tales como Hong Kong, Sudáfrica o Bielorrusia. Juventutem, un movimiento de jóvenes católicos que promueven las antiguas formas, declara tener muchos activistas en una docena de países. Los tradicionalistas usan blogs, websites, y redes sociales para difundirse y también para poner bajo el foco a las diócesis y administradores diocesanos liberales mas recalcitrantes, que a su vez ven a los latinistas como una minoría autoindulgente, anacrónica y afectada. En Colombia, 500 personas que deseaban la Misa tradicional debían usar un salón comunitario para celebrarla (más tarde encontraron una iglesia para poder hacerlo).

(sigue)

Anónimo dijo...

(continúa)

En este sentido un gran cambio ocurrió en 2007 cuando el Papa Benedicto XVI formalmente aprobó el uso del antiguo rito para la Misa. Hasta ese momento el afecto por los viejos rituales podían arruinar la carrera de un clérigo. La causa también recibió un nuevo empuje a causa de la constitución del Ordinariato Anglicano, creado por el Vaticano para las docenas de sacerdotes que "cruzaron el Tíber" desde la High Church, muy apegada a sus viejas tradiciones. Ellos encontraron una muy afectuosa bienvenida entre los tradicionalistas católicos romanos.
El retorno de los viejos ritos causa una sorda consternación entre los católicos modernistas. Timothy Radcliffe, alguna vez cabeza de los Dominicos de Inglaterra ve en esto "una especie de nostalgia propia de Brideshead Revisited". El revival tradicionalista es, según él, una reacción contra el "progresismo liberal de moda" en su generación, y que algunas oscilaciones pendulares "son inevitables".

Sin embargo, para la jerarquía de la Iglesia en Occidente, golpeada por los escándalos y la declinación, la aparición de esta vanguardia tradicionalista es inquietante, y genera el cuestionamiento acerca de si es un mero afloramiento de excentricidad, o por el contrario un signo de que quizás la Iglesia dio un giro equivocado hace 50 años.


Fuente: http://www.economist.com/news/international/21568357-its-trendy-be-traditionalist-catholic-church-traditionalist-avant-garde

Anónimo dijo...

Siii, este artículo lo he leído y creo que expresa lo que vengo viendo de ese hace tiempo. Lo moderno ha decaído en cursilería chonga y parece que disuelve como acido todo lo que toca. Fuí recientemente a misas tridentinas y se respira otra devoción y respeto hacia lo sagrado que ya está desfigurado en las "celebraciones" comunes...No se pero parece que el the economist acierta mucho en lo que dice. ¿Como pueden algunos en esta pagina combatir esta tradicion tirdentina?. Poca caridad cristiana se les ve en esta actitud.
¿Porque lo denigran tanto a Lefebre entonces???.¡Agradeceré alguno de los amables participantes me explique para conocer mas, por favor!.
Paz y bien.
Roby