Liturgia de la Palabra en el
I Domingo de Adviento
29 de Noviembre de 2009
R.P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
¡Oiga la Homilía al final del post!
Durante los cuatro Domingos del tiempo de Adviento que hoy comienza reviviremos, con profunda y serena alegría, la larga espera de Cristo que da su verdadero sentido al Antiguo Testamento. Y en esa esperanza, no entrevista desde lejos como antaño sino en plena realización, nos acompañará San Juan Bautista, preparando nuestras almas para la Navidad así como preparó, con su ruda predicación, el camino al Señor.
Pero sobre todo nos acompañará la Flor pura de Israel, la Hija mejor de Sion, la Santísima Virgen María que, con su belleza y su virginidad, sedujo a Dios y abrigó a su Hijo en sus primeros nueve meses de existencia terrena. Siendo su seno purísimo el punto de intersección entre el Cielo y la tierra, ella está especialmente calificada para introducirnos en el misterio del Nacimiento.
Mas el Adviento no solamente nos prepara para la Navidad, que es la manifestación humilde del Señor en la Historia, nos prepara también para su Parusía; porque la Iglesia abre y cierra el año litúrgico con la perspectiva de la Venida Gloria de Cristo, Rey del Universo, al Fin de los Tiempos. Bodas eternas que ella, como esposa, espera con una especie de anhelante impaciencia.
Nuestra vida es un largo Adviento que exige una actitud de firmeza, como dice San Pablo: "Él los mantendrá firmes hasta el fin para que seáis irreprochables en el día de la Venida de Nuestro Señor Jesucristo" (1ª Cor. 1, 8).
Debemos permanecer varonilmente firmes, con constancia paciencia y fidelidad, en la fe y el amor a Jesucristo.
No dejarnos llevar por el oleaje del Mundo, resistiendo, en actitud militante, a la seducción de la inmanencia, a la dictadura del relativismo y al mito del progreso indefinido.
Estar vigilantes para que no pase inadvertido el instante de Dios; y vivir con sobriedad usando de los bienes terrenos con la mirada puesta en la Patria definitiva. Porque aunque el mundo moderno se horrorice ante la sola mención de la Parusía, Cristo, como dice el Credo, "de nuevo vendrá con gloria para juzgar vivos y muertos, y su reino no tendrá fin".
Digamos, pues: "Maranatha - Ven Señor Jesús"; ven, renaciendo en la fiesta de la Navidad, y ven, al fin de los tiempos, a clausurar la Historia del mundo.
Pero sobre todo nos acompañará la Flor pura de Israel, la Hija mejor de Sion, la Santísima Virgen María que, con su belleza y su virginidad, sedujo a Dios y abrigó a su Hijo en sus primeros nueve meses de existencia terrena. Siendo su seno purísimo el punto de intersección entre el Cielo y la tierra, ella está especialmente calificada para introducirnos en el misterio del Nacimiento.
Mas el Adviento no solamente nos prepara para la Navidad, que es la manifestación humilde del Señor en la Historia, nos prepara también para su Parusía; porque la Iglesia abre y cierra el año litúrgico con la perspectiva de la Venida Gloria de Cristo, Rey del Universo, al Fin de los Tiempos. Bodas eternas que ella, como esposa, espera con una especie de anhelante impaciencia.
Nuestra vida es un largo Adviento que exige una actitud de firmeza, como dice San Pablo: "Él los mantendrá firmes hasta el fin para que seáis irreprochables en el día de la Venida de Nuestro Señor Jesucristo" (1ª Cor. 1, 8).
Debemos permanecer varonilmente firmes, con constancia paciencia y fidelidad, en la fe y el amor a Jesucristo.
No dejarnos llevar por el oleaje del Mundo, resistiendo, en actitud militante, a la seducción de la inmanencia, a la dictadura del relativismo y al mito del progreso indefinido.
Estar vigilantes para que no pase inadvertido el instante de Dios; y vivir con sobriedad usando de los bienes terrenos con la mirada puesta en la Patria definitiva. Porque aunque el mundo moderno se horrorice ante la sola mención de la Parusía, Cristo, como dice el Credo, "de nuevo vendrá con gloria para juzgar vivos y muertos, y su reino no tendrá fin".
Digamos, pues: "Maranatha - Ven Señor Jesús"; ven, renaciendo en la fiesta de la Navidad, y ven, al fin de los tiempos, a clausurar la Historia del mundo.
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