Monición para el
XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
“El Hijo del Hombre vendrá lleno de poder y de gloria”
“El Hijo del Hombre vendrá lleno de poder y de gloria”
Va llegando a su fin el año litúrgico, y la fiesta de Cristo Rey es inminente. Precisamente del reinado de Cristo nos habla el Evangelio de hoy, y por ende de la precariedad, transitoriedad y finitud de nuestra existencia, la del mundo entero; más aún, la del universo.
Sólo Cristo, el Señor, el Salvador del mundo, Hijo eterno del Padre, engendrado antes de los siglos, el que se encarnó en el seno virginal de María Santísima, Madre y Reina, sólo Él, pues, da consistencia, sentido y plenitud a nuestro humano vivir, y morir.
Pues de Él somos, en Él vivimos, nos movemos y existimos, y en sus brazos dislocados de amor en la Cruz, también nosotros, sus discípulos, queremos morir.
La figura de este mundo pasará, mas la Palabra de Dios, el Verbo eterno, por quien todo ha venido a la existencia, no sólo no pasará, sino que, como Pastor glorioso y Rey Supremo, vendrá a buscar a sus ovejas fieles, las que hayan escuchado su dulce voz y bebido en el manantial de su gracia, para llevarlas a descansar a la vida eterna, donde ya no habrá llanto, ni dolor, ni pecado, sino que Dios será todo en todos, porque Él hará nuevas todas las cosas.
El Príncipe de este mundo y padre de la mentira será por fin arrinconado para siempre, las tinieblas y la oscuridad ya no podrán soltar su veneno; sólo Cristo, nuestro amado Señor y Pastor, nuestro Dios hecho uno de nosotros, será quien instaure definitivamente su Reino, que no tendrá fin, y al cual, nosotros, sus discípulos y amigos, queremos ser por Él conducidos, y contemplarlo eternamente, junto a nuestra Madre Santísima y todos los santos.
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