Monición para el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C
¡Cásate con la viuda y da descendencia a tu hermano! |
Nos acercamos al final del año litúrgico, para el que ya sólo quedan dos domingos, y las lecturas que la Iglesia pone para nuestra consideración en esta última etapa del calendario, abordan las verdades últimas de nuestra fe o novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria), verdades que en los primeros días del mes de noviembre se nos recordaban con las festividades de todos los santos y la conmemoración de todos los fieles difuntos.
Pues bien, en este contexto en el que nos encontramos, el evangelio de este domingo nos muestra la controversia de Jesús con los saduceos acerca de la resurrección, verdad declarada por Nuestro Señor con toda la fuerza, pues Dios es Dios de vivos y no de muertos, puesto que para Él todos viven.
Poderoso es Dios para resucitar muertos al fin de los tiempos. Esta es la firme esperanza que mueve a los jóvenes siete hermanos del libro de los Macabeos a entregar su cuerpo al tormento y su vida antes que renegar de Dios.
Sin embargo los saduceos son incapaces de ver más allá de las cosas de esta tierra y niegan la resurreción. Así nos acontece también muchas veces. Estamos aferrados a las cosas de este mundo, a pesar de que pensamos a menudo que ya esperamos en Dios y deseamos el cielo. Pero querríamos, como hijos de nuestra época que somos, una felicidad casi completa en esta vida.
La muerte, por el contrario, se ha vuelto una realidad "tabú"; esta realidad, tan humana y tan igual para todos, es vista como un muro sin sentido; por todos los medios se silencia, pues amenaza la felicidad presente.
Y en el fondo ponemos nuestra esperanza más en cosas como sufrir lo menos posible, o morir casi sin enterarnos, para no agobiarnos con este pensamiento de la muerte, lo que nos incapacita para desear con eficacia la vida eterna.
Y es que hacemos a menudo del cielo una representación de nuestra propia felicidad aquí en la tierra, un mero símbolo de lo que queremos que pase aquí: el paraíso en la tierra. Rechacemos esta tentación.
Si como cristianos esperamos en la resurrección sólo mirando a esta vida, somos los más desgraciados de todos los hombres, dice San Pablo.
Tenemos ya una anticipación del paraíso en la tierra en la vida de la gracia y los sacramentos, en la oración, en la doctrina católica y tradicional de la Santa Iglesia que ilumina nuestra inteligencia y nos fortalece para las luchas, en nuestro ser miembros de este Cuerpo que es la Iglesia, que traspasa el tiempo y llega a la eternidad y nos trae la compañía de los santos y las almas en purificación.
Pidamosle ayuda a Nuestro Señor en este domingo para, sobre todo, conformarnos a Su divina voluntad, como pedimos en el Padrenuestro, pues los trabajos de esta vida, se acabarán; las pruebas que tenemos que pasar, pasarán; el disfrute de los bienes y la salud, se terminará.
Vivamos en el mundo sin ser del mundo, en definitiva, y aumentemos nuestra confianza en Dios: quien acepta la muerte con perfecta resignación -dice s. Alfonso María de Ligorio- adquiere un mérito semejante al de los mártires que dieron voluntariamente su vida por Jesucristo. Y quien tal hace, muere además contento y feliz, aun en medio de los dolores más agudos.
Ilustra esta entrada: "Rut en el campo de Booz" (1828), óleo sobre lienzo del pintor Julius Schnorr von Carolsfeld, que se conserva en la National Gallery de Londres.
Booz invocó la tradición que los saduceos exponen en el Evangelio de hoy para casarse con Rut, de cuya unión provino uno de los abuelos de David, uno de los antepasados de Jesucristo.
¡Por favor, deje su comentario!
Los que se hacen cremar o creman a sus familiares sin que ellos lo hayan pedido ¿serán los neosaduceos??
ResponderEliminarTenemos ya una anticipación del paraíso en la tierra en la vida de la gracia y los sacramentos, en la oración, en la doctrina católica y tradicional de la Santa Iglesia que ilumina nuestra inteligencia y nos fortalece para las luchas, en nuestro ser miembros de este Cuerpo que es la Iglesia, que traspasa el tiempo y llega a la eternidad y nos trae la compañía de los santos y las almas en purificación.
ResponderEliminarPerfecto, esto es lo que bergoglio no entiende, será porque no lo vive.
La cremación es una costumbre pagana, una falta de piedad natural y en muchos casos se hace con la intención de que con la muerte biológica todo está concluido.
ResponderEliminarPor esos motivos la Iglesia prohíbe la cremación (cánones 1203-1242 CJC) y pena la violación de esta disposición con la pérdida del entierro eclesiástico (canon 1240 §1 número 5 CJC).
La secta modernista solamente condena la cremación si hace con la intención de demostrar que el alma no existe.
Eso significa que en la práctica que todo aquel que ordena su cremación recibe sepultura "eclesiástica", pues no se le puede demostrar esa intención (en el caso bastante raro que alguien tuviese interés en hacerlo).
¿Y los cinerarios que han hecho en algunas iglesias?
ResponderEliminarMuchos hacen cremar a familiares que no han solicitado ser cremados y que hace años que han fallecido, eso es tremendo.
Luego de ser cremados pasan los huesos por una trituradora. Tanto que declaman la dignidad del hombre, parece que muerto ya se le terminó toda la dignidad, no le queda ni la dignidad resucitar como dice la Escritura, que los huesos se recubrirán de carne.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=IJr4o-4Dnc0
ResponderEliminarhttp://directoriocatolico.blogspot.com/2012/08/los-cinerarios-parroquiales.html
ResponderEliminar¿existe la piedad natural? tenía entendido que la piedad era una virtud cardinal.
ResponderEliminarAnónimo 9 de noviembre de 2013 06:24
ResponderEliminarEse modo de proceder muestra que para esa gente el cuerpo ha sido pura materia, el alma no existe y todo termina con la muerte.
Ni siquiera tienen un respeto natural por el cadáver, que poseen algunos paganos, que lleva a que sea tratado con dignidad y no destruido.
Por supuesto esa mentalidad atea y materialista es fomentada por el "derecho canónico" de Wojtyla que permite la cremación, siempre no haya detrás la intención de documentar que todo se termina con la muerte.
Por supuesto que en la práctica a nadie le interesa esa condición y todo aquel que ordena su cremación recibe sepultura "eclesiástica".
+
Anónimo 10 de noviembre de 2013 06:28
Con "piedad natural" quise decir el respeto natural, del cual hablo arriba.
Pero muchos hay que han fallecido hace años que no pidieron ser cremados y sus familiares sin mas los hacen cremar, esto es tremendo.
ResponderEliminarSí, existe cierta piedad natural, que era la virtud de la "pietas" que tanto elogiaban los romanos paganos.
ResponderEliminarEs el culto a los padres y al propio género (en el sentido clásico), a los antepasados y el respeto que se le debe a nuestros mayores; de allí derivan la virtud del patriotismo y la piedad como conmiseración con el que sufre. Por extensión, pues, se llama así a la virtud cristiana de la Piedad, infundida por el Espíritu Santo, y que es la devoción infusa por las cosas santas; aunque distinta a la virtud de "religión", en tanto no se ocupa directamente relación con Dios.
La virtud natural de la piedad, en fin, es aquella que nos pone frente a nuestros origenes y al modo en que hemos sido originados.
Así que sí, existe una virtud natural de la Piedad.
Junípero
Entonces esos familiares que hacen cremar a sus difuntos ni piedad natural tienen.
ResponderEliminar