Pronunciada en la Misa de Hombres 2012
Versión Completa
Un gentil lector ha respondido a nuestro pedido de traducción de la Homilía que Mons. Daniel Jenky, Obispo de Peoria USA, pronunciara al final de la Procesión de Hombres 2012, habida en su ciudad el 14 de Abril pasado. Se la dejamos a continuación con las debidas gracias a nuestro colaborador. Léala, no tiene desperdicio.
Homilía de SE Mons. Daniel R. Jenky
Hay solo una razón básica para el Cristianismo exista y es el hecho que Jesucristo realmente resucitó desde la tumba. Los discípulos nunca esperaron la resurrección. El testimonio unánime de los cuatro Evangelios es que la terrible muerte de Jesús en la cruz discontinuo enteramente sus esperanzas acerca de Jesús y su mensaje. El había muerto, y fue el final de esto. Ellos no buscaban ni esperaban nada más.
Porque aunque ellos lo habían amado, a sus ojos Jesús era un mesías fracasado. Su muerte parece robarle a sus enseñanzas y sus milagros cualquier importancia duradera. Y ellos estaban aterrorizados con claridad que Su terrible destino, a manos del Sanedrín y los Romanos, podría fácilmente convertirse en su terrible destino. Así que se escondieron, temblando de miedo, detrás de las ventanas y las puertas cerradas.
Cuando el Cristo Resucitado apareció de repente en medio de ellos, su reacción fue de sorprendida incredulidad. Simplemente no podían creer a sus propios ojos. La realidad sólo muy lentamente comenzó a penetrar en su conciencia cuando Jesús ofreció una prueba de su resurrección. Él les muestra las heridas en sus manos, sus pies y el costado. Jesús incluso les permitió que lo tocaran. Él parte el pan con ellos y con ellos come. Y sólo entonces pudieron admitir lo que parecía absolutamente imposible - ¡el que había muerto en verdad ha resucitado verdaderamente! El Crucificado estaba ahora delante de ellos como Señor Resucitado, glorioso, triunfante.
Su levantarse de la tumba era tan real como su muerte en la cruz. La resurrección fue la prueba evidente de la fuerza invencible de Dios Todopoderoso. El hecho ineludible de la resurrección confirmó cada palabra que Jesús había hablado y cada obra que Jesús había hecho. El Evangelio era la verdad. Jesús era el Cristo, el Mesías prometido de Israel. Jesús era el Salvador del mundo. Jesús era el verdadero Hijo de Dios.
No hay otra explicación para el Cristianismo. Debería haber muerto y desaparecido por completo cuando Cristo murió y fue enterrado, excepto por el hecho de que Cristo resucitó verdaderamente, y que durante los 40 días antes de su Ascensión, se relacionaba con sus Apóstoles y discípulos, y en una ocasión, incluso con cientos de sus seguidores.
El Evangelio que es leído hoy, en este sábado de la octava de Pascua está tomado del capítulo 16 de Marcos. Se concluye con un mandato de los labios de Jesús, dado a sus discípulos, teniendo en cuenta a toda la Iglesia, teniéndonos en cuenta a ustedes y a mí aquí reunidos hoy en día: " Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura".
Hemos escuchado en la Segunda Lectura de hoy de los Hechos de los Apóstoles que el Sanedrín mismo que había condenado a Jesús se sorprendió por la audacia de Pedro y Juan. Al percibir que eran hombres sin instrucción, comunes, los reconocian como compañeros de Jesús. Se les advirtió que nunca volvieran a enseñar, ni hablar con nadie, en el nombre de Jesús.
Sin embargo, los ancianos y los escribas puede ser que también hayan tratado de hacer retroceder la marea, o detener una avalancha. Pedro y Juan habían visto al Cristo resucitado con sus propios ojos. Pedro y Juan fueron llenos del Espíritu Santo. Les preguntaron si es correcto "ante los ojos de Dios para nosotros obedecer a vosotros antes que a Dios. Es imposible para nosotros no hablar de lo que hemos visto y oído." Y Pedro, Juan y todos los apóstoles, comenzando por primera vez en Jerusalén, en Judea y Galilea y luego hasta los últimos confines de la tierra, anunciaron la Resurrección y la Buena Nueva a todas las personas que encontraban. De acuerdo con el claro testimonio de las Escrituras, estos apóstoles habían sido una vez más hombres comunes - como tú y yo. Su fe no siempre había sido fuerte. Cometieron errores. Cometieron pecados. A menudo tenían miedo y se sentían confundidos.
Sin embargo, el encuentro con el Señor Resucitado había cambiado todo acerca de estos primeros discípulos, y conociendo al Señor Resucitado debería también cambiar todo acerca de nosotros. Ustedes saben, nunca ha sido fácil ser Cristiano y ¡no se supone que sea fácil! El mundo, la carne y el diablo siempre amaran a los suyos, y siempre nos odiaran. Como Jesús predijo una vez, ellos me odiaban, seguro que te odian a ti. Sin embargo, nuestra Fe, cuando es plenamente vivida, es una fe que lucha y una fe sin miedo. Basado en el poder de la resurrección, no hay nada en este mundo, y nada en el infierno, que en última instancia puede derrotar a la Iglesia de Dios, una, verdadera, santa, Católica y Apostólica. Durante 2.000 años los enemigos de Cristo sin duda han hecho todo lo posible. Pero piensen en ello. La Iglesia sobrevivió y floreció incluso durante siglos de terrible persecución, durante los días del Imperio Romano.
La Iglesia sobrevivió a las invasiones bárbaras. La Iglesia sobrevivió a una oleada tras otra de la Jihad. La Iglesia sobrevivió a la era de la revolución. La Iglesia sobrevivió el nazismo y el comunismo. Y en el poder de la resurrección, la Iglesia va a sobrevivir el odio de Hollywood, la malicia de los medios de comunicación, y la maldad mendaz de la industria del aborto.
La Iglesia sobrevivirá a la corrupción reinante y la absoluta incompetencia de nuestro gobierno del estado de Illinois, e incluso el desprecio calculado del Presidente de los Estados Unidos, sus burócratas nombrados en el HHS (Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de Estados Unidos), y de la actual mayoría del Senado federal.
Que Dios tenga misericordia de las almas de aquellos políticos que pretenden ser católicos en la iglesia, pero en su vida pública, como Judas Iscariote, traicionan a Jesucristo por la forma en que votan y la forma en que voluntariamente cooperan con el mal intrínseco.
Como Cristianos debemos amar a nuestros enemigos y orar por aquellos que nos persiguen, pero como Cristianos también tenemos que defender lo que creemos y estar siempre preparados para luchar por la Fe. Los días en los que vivimos ahora requieren un Catolicismo heroico, no un Catolicismo casual. Ya no podemos ser católicos por accidente, sino ser católicos por convicción.
En nuestras propias familias, en nuestras parroquias, donde vivimos y donde trabajamos - como la primera generación apostólica - debemos ser testigos valientes del Señorío de Jesucristo. Tenemos que ser un ejército valiente de hombres Católicos, dispuestos a dar todo lo que tenemos para el Señor, que lo dio todo por nuestra salvación. Recuerden que en la historia pasada, otros gobiernos han tratado de forzar a los Cristianos para que se acurruquen y escondan dentro de los límites de sus iglesias como los primeros discípulos encerrados en el Cenáculo.
A finales del siglo 19, Bismarck emprendió su "Kulturkampf", una guerra cultural, en contra de la Iglesia Católica Romana, el cierre de todas las escuelas y hospitales católicos, conventos y monasterios en la Alemania imperial. Clemenceau, apodado "el come sacerdotes", intentó lo mismo en Francia en la primera década del siglo 20. Hitler y Stalin, en sus mejores momentos, apenas toleraban que algunas iglesias permanecieran abiertas, pero no iban a tolerar ninguna competencia con el estado en la educación, los servicios sociales y atención de la salud.
En clara violación de nuestros derechos de la Primera Enmienda, Barack Obama, con su agenda radical, pro aborto, y secularismo extremo, ahora parece decidido a seguir un camino similar. Ahora las cosas han llegado a tal extremo en Estados Unidos que esta es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier Católico creyente puede permanecer neutral.
Este otoño, cada Católico practicante debe votar, y deben votar según sus conciencias Católicas, o para el siguiente otoño nuestras escuelas Católicas, nuestros hospitales Católicos, nuestros Centros Newman Católicos, todos nuestros ministerios públicos-sólo con excepción de los edificios de la iglesia - podrían ser fácilmente cerrados. Debido a que ninguna institución Católica, bajo ninguna circunstancia, jamás puede cooperar con el mal intrínseco de matar la vida humana inocente en el vientre materno.
Ningún ministerio católico - y sí, señor Presidente, para los Católicos nuestras escuelas y hospitales son ministerios - puede seguir siendo fieles al Señorío de Cristo Resucitado y de su Evangelio glorioso de Vida gloria de la vida si se ven obligados a pagar por abortos.
Ahora recuerden lo que fue la experiencia que cambió la vida y que transformó por completo a los discípulos temerosos y temblequeantes en apóstoles intrépidos y heroicos. Se encontraron con Cristo Resucitado. Ellos reverenciaron sus sagradas heridas. Comieron y bebieron con él. ¿No es eso lo que hacemos juntos aquí, esta mañana en la Misa Anual de esta marcha de hombres?
Este es el sábado de la Octava de Pascua, una solemnidad tan grande y central para nuestra fe católica que el día de Pascua se celebra durante ocho días completos, y el tiempo de Pascua se observa con alegría como los Grandes de 50 Días de Pascua. A través del poder del Espíritu Santo, Cristo - levantado de la tumba - está en medio nuestro. Su Santa Palabra nos enseña la verdad. Su Sagrado Cuerpo y la Sangre se convierten en nuestra comida y bebida.
El Cristo Resucitado es nuestro Señor Eterno, la Cabeza de su Cuerpo, la Iglesia; nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Maestro, nuestro Capitán en la lucha bien reñida. No tenemos nada que temer, pero tenemos un mundo que ganar por él. No tenemos nada que temer, porque tenemos un destino eterno en el cielo. No tenemos nada que temer, aunque la tierra puede temblar, los reinos pueden subir y bajar, los demonios pueden rabiar, pero San Miguel Arcángel, y todas las huestes del cielo, lucharán en nuestro nombre.
No importa lo que sucede en este momento que pasa, al final del tiempo y la historia, nuestro Dios es Dios y Jesús es el Señor, por siempre y para siempre. Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat! Cristo gana! Cristo reina! Cristo ordena!
There is only one basic reason why Christianity exists and that is the fact that Jesus Christ truly rose from the grave. The disciples never expected the resurrection. The unanimous testimony of all four Gospels is that the terrible death of Jesus on the cross entirely dashed all their hopes about Jesus and about his message. He was dead, and that was the end of it. They looked for nothing more, and they expected nothing more.
So as much as they had loved him, in their eyes Jesus was a failed messiah. His dying seemed to entirely rob both his teaching and even his miracles of any lasting significance.And they were clearly terrified that his awful fate, at the hands of the Sanhedrin and the Romans, could easily become their awful fate. So they hid, trembling with terror, behind shuttered windows and locked doors.
When the Risen Christ suddenly appeared in their midst, their reaction was shocked incredulity. They simply could not believe their own eyes. Reality only very slowly began to penetrate their consciousness when Jesus offers proof of his resurrection. He shows them the wounds on his hands, his feet, and his side. Jesus even allowed them to touch him. He breaks bread with them and eats with them. And only then could they admit to themselves what had seemed absolutely impossible - the one who had truly died had truly risen! The Crucified now stood before them as their Risen, glorious, triumphant Lord.
His rising from the grave was every bit as real as his dying on the cross. The resurrection was the manifest proof of the invincible power of Almighty God. The inescapable fact of the resurrection confirmed every word Jesus had ever spoken and every work Jesus had ever done.The Gospel was the truth. Jesus was the Christ, the promised Messiah of Israel. Jesus was the Savior of the world. Jesus was the very Son of God.
There is no other explanation for Christianity. It should have died out and entirely disappeared when Christ died and was buried, except for the fact that Christ was truly risen, and that during the 40 days before his Ascension, he interacted with his Apostles and disciples, and on one occasion even with hundreds of his followers.
Today's appointed Gospel reading for this Saturday in the Octave of Easter is taken from the 16th Chapter of Mark. It concludes with a command from the lips of Jesus, given to his disciples, given to the whole Church, given to you and me assembled here today: "Go into the whole world and proclaim the Gospel to every creature."
We heard in today's Second Reading from the Acts of the Apostles that the same Sanhedrin that had condemned Jesus was amazed at the boldness of Peter and John. Perceiving them to be uneducated, ordinary men, they recognized them as companions of Jesus. They warned them never again to teach, or speak to anyone, in the name of Jesus.
But the elders and the scribes might as well have tried to turn back the tide, or hold back an avalanche. Peter and John had seen the Risen Christ with their own eyes. Peter and John were filled with the Holy Spirit. They asked whether it is right "in the sight of God for us to obey you rather than God. It is impossible for us not to speak about what we have seen and heard."
And Peter and John and all the Apostles, starting first in Jerusalem in Judea and Galilee and then to the very ends of the earth, announced the Resurrection and the Good News to everyone they encountered.According to the clear testimony of the Scriptures, these Apostles had once been rather ordinary men - like you and me. Their faith hadn't always been strong. They made mistakes. They committed sins. They were often afraid and confused.
But meeting the Risen Lord had changed everything about these first disciples, and knowing the Risen Lord should also change everything about us. You know, it has never been easy to be a Christian and it's not supposed to be easy! The world, the flesh, and the devil will always love their own, and will always hate us. As Jesus once predicted, they hated me, they will certainly hate you.
But our Faith, when it is fully lived, is a fighting faith and a fearless faith. Grounded in the power of the resurrection, there is nothing in this world, and nothing in hell, that can ultimately defeat God's one, true, holy, Catholic, and Apostolic Church. For 2,000 years the enemies of Christ have certainly tried their best. But think about it. The Church survived and even flourished during centuries of terrible persecution, during the days of the Roman Empire.
The Church survived barbarian invasions. The Church survived wave after wave of Jihads. The Church survived the age of revolution. The Church survived Nazism and Communism. And in the power of the resurrection, the Church will survive the hatred of Hollywood, the malice of the media, and the mendacious wickedness of the abortion industry.
The Church will survive the entrenched corruption and sheer incompetence of our Illinois state government, and even the calculated disdain of the President of the United States, his appointed bureaucrats in HHS, and of the current majority of the federal Senate.
May God have mercy on the souls of those politicians who pretend to be Catholic in church, but in their public lives, rather like Judas Iscariot, betray Jesus Christ by how they vote and how they willingly cooperate with intrinsic evil.
As Christians we must love our enemies and pray for those who persecute us, but as Christians we must also stand up for what we believe and always be ready to fight for the Faith. The days in which we live now require heroic Catholicism, not casual Catholicism. We can no longer be Catholics by accident, but instead be Catholics by conviction.
In our own families, in our parishes, where we live and where we work - like that very first apostolic generation - we must be bold witnesses to the Lordship of Jesus Christ. We must be a fearless army of Catholic men, ready to give everything we have for the Lord, who gave everything for our salvation. Remember that in past history other governments have tried to force Christians to huddle and hide only within the confines of their churches like the first disciples locked up in the Upper Room.
In the late 19th century, Bismarck waged his "Kulturkampf," a Culture War, against the Roman Catholic Church, closing down every Catholic school and hospital, convent and monastery in Imperial Germany. Clemenceau, nicknamed "the priest eater," tried the same thing in France in the first decade of the 20th Century. Hitler and Stalin, at their better moments, would just barely tolerate some churches remaining open, but would not tolerate any competition with the state in education, social services, and health care.
In clear violation of our First Amendment rights, Barack Obama - with his radical, pro abortion and extreme secularist agenda, now seems intent on following a similar path. Now things have come to such a pass in America that this is a battle that we could lose, but before the awesome judgement seat of Almighty God this is not a war where any believing Catholic may remain neutral.
This fall, every practicing Catholic must vote, and must vote their Catholic consciences, or by the following fall our Catholic schools, our Catholic hospitals, our Catholic Newman Centers, all our public ministries -- only excepting our church buildings - could easily be shut down. Because no Catholic institution, under any circumstance, can ever cooperate with the instrinsic evil of killing innocent human life in the womb.
No Catholic ministry - and yes, Mr. President, for Catholics our schools and hospitals are ministries - can remain faithful to the Lordship of the Risen Christ and to his glorious Gospel of Life if they are forced to pay for abortions.
Now remember what was the life-changing experience that utterly transformed those fearful and quaking disciples into fearless, heroic apostles. They encountered the Risen Christ. They reverenced his sacred wounds. They ate and drank with him. Is that not what we do here together, this morning at this annual men's march Mass?
This is the Saturday of the Octave of Easter, a solemnity so great and central to our Catholic faith that Easter Day is celebrated for eight full days, and the Easter season is joyously observed as the Great 50 Days of Easter. Through the power of the Holy Spirit, Christ - risen from the grave - is in our midst. His Holy Word teaches us the truth. His Sacred Body and Blood becomes our food and drink.
The Risen Christ is our Eternal Lord; the Head of his Body, the Church; our High Priest; our Teacher; our Captain in the well-fought fight. We have nothing to fear, but we have a world to win for him. We have nothing to fear, for we have an eternal destiny in heaven. We have nothing to fear, though the earth may quake, kingdoms may rise and fall, demons may rage, but St. Michael the Archangel, and all the hosts of heaven, fight on our behalf.
No matter what happens in this passing moment, at the end of time and history, our God is God and Jesus is Lord, forever and ever. Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat! Christ wins! Christ reigns! Christ commands!
Homilía de SE Mons. Daniel R. Jenky
Obispo de Peoria, Illinois, USA
14 de Abril de 2012
Traducción: Gabriel Segura
Hay solo una razón básica para el Cristianismo exista y es el hecho que Jesucristo realmente resucitó desde la tumba. Los discípulos nunca esperaron la resurrección. El testimonio unánime de los cuatro Evangelios es que la terrible muerte de Jesús en la cruz discontinuo enteramente sus esperanzas acerca de Jesús y su mensaje. El había muerto, y fue el final de esto. Ellos no buscaban ni esperaban nada más.
Porque aunque ellos lo habían amado, a sus ojos Jesús era un mesías fracasado. Su muerte parece robarle a sus enseñanzas y sus milagros cualquier importancia duradera. Y ellos estaban aterrorizados con claridad que Su terrible destino, a manos del Sanedrín y los Romanos, podría fácilmente convertirse en su terrible destino. Así que se escondieron, temblando de miedo, detrás de las ventanas y las puertas cerradas.
Cuando el Cristo Resucitado apareció de repente en medio de ellos, su reacción fue de sorprendida incredulidad. Simplemente no podían creer a sus propios ojos. La realidad sólo muy lentamente comenzó a penetrar en su conciencia cuando Jesús ofreció una prueba de su resurrección. Él les muestra las heridas en sus manos, sus pies y el costado. Jesús incluso les permitió que lo tocaran. Él parte el pan con ellos y con ellos come. Y sólo entonces pudieron admitir lo que parecía absolutamente imposible - ¡el que había muerto en verdad ha resucitado verdaderamente! El Crucificado estaba ahora delante de ellos como Señor Resucitado, glorioso, triunfante.
Su levantarse de la tumba era tan real como su muerte en la cruz. La resurrección fue la prueba evidente de la fuerza invencible de Dios Todopoderoso. El hecho ineludible de la resurrección confirmó cada palabra que Jesús había hablado y cada obra que Jesús había hecho. El Evangelio era la verdad. Jesús era el Cristo, el Mesías prometido de Israel. Jesús era el Salvador del mundo. Jesús era el verdadero Hijo de Dios.
No hay otra explicación para el Cristianismo. Debería haber muerto y desaparecido por completo cuando Cristo murió y fue enterrado, excepto por el hecho de que Cristo resucitó verdaderamente, y que durante los 40 días antes de su Ascensión, se relacionaba con sus Apóstoles y discípulos, y en una ocasión, incluso con cientos de sus seguidores.
El Evangelio que es leído hoy, en este sábado de la octava de Pascua está tomado del capítulo 16 de Marcos. Se concluye con un mandato de los labios de Jesús, dado a sus discípulos, teniendo en cuenta a toda la Iglesia, teniéndonos en cuenta a ustedes y a mí aquí reunidos hoy en día: " Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura".
Hemos escuchado en la Segunda Lectura de hoy de los Hechos de los Apóstoles que el Sanedrín mismo que había condenado a Jesús se sorprendió por la audacia de Pedro y Juan. Al percibir que eran hombres sin instrucción, comunes, los reconocian como compañeros de Jesús. Se les advirtió que nunca volvieran a enseñar, ni hablar con nadie, en el nombre de Jesús.
Sin embargo, los ancianos y los escribas puede ser que también hayan tratado de hacer retroceder la marea, o detener una avalancha. Pedro y Juan habían visto al Cristo resucitado con sus propios ojos. Pedro y Juan fueron llenos del Espíritu Santo. Les preguntaron si es correcto "ante los ojos de Dios para nosotros obedecer a vosotros antes que a Dios. Es imposible para nosotros no hablar de lo que hemos visto y oído." Y Pedro, Juan y todos los apóstoles, comenzando por primera vez en Jerusalén, en Judea y Galilea y luego hasta los últimos confines de la tierra, anunciaron la Resurrección y la Buena Nueva a todas las personas que encontraban. De acuerdo con el claro testimonio de las Escrituras, estos apóstoles habían sido una vez más hombres comunes - como tú y yo. Su fe no siempre había sido fuerte. Cometieron errores. Cometieron pecados. A menudo tenían miedo y se sentían confundidos.
Sin embargo, el encuentro con el Señor Resucitado había cambiado todo acerca de estos primeros discípulos, y conociendo al Señor Resucitado debería también cambiar todo acerca de nosotros. Ustedes saben, nunca ha sido fácil ser Cristiano y ¡no se supone que sea fácil! El mundo, la carne y el diablo siempre amaran a los suyos, y siempre nos odiaran. Como Jesús predijo una vez, ellos me odiaban, seguro que te odian a ti. Sin embargo, nuestra Fe, cuando es plenamente vivida, es una fe que lucha y una fe sin miedo. Basado en el poder de la resurrección, no hay nada en este mundo, y nada en el infierno, que en última instancia puede derrotar a la Iglesia de Dios, una, verdadera, santa, Católica y Apostólica. Durante 2.000 años los enemigos de Cristo sin duda han hecho todo lo posible. Pero piensen en ello. La Iglesia sobrevivió y floreció incluso durante siglos de terrible persecución, durante los días del Imperio Romano.
La Iglesia sobrevivió a las invasiones bárbaras. La Iglesia sobrevivió a una oleada tras otra de la Jihad. La Iglesia sobrevivió a la era de la revolución. La Iglesia sobrevivió el nazismo y el comunismo. Y en el poder de la resurrección, la Iglesia va a sobrevivir el odio de Hollywood, la malicia de los medios de comunicación, y la maldad mendaz de la industria del aborto.
La Iglesia sobrevivirá a la corrupción reinante y la absoluta incompetencia de nuestro gobierno del estado de Illinois, e incluso el desprecio calculado del Presidente de los Estados Unidos, sus burócratas nombrados en el HHS (Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de Estados Unidos), y de la actual mayoría del Senado federal.
Que Dios tenga misericordia de las almas de aquellos políticos que pretenden ser católicos en la iglesia, pero en su vida pública, como Judas Iscariote, traicionan a Jesucristo por la forma en que votan y la forma en que voluntariamente cooperan con el mal intrínseco.
Como Cristianos debemos amar a nuestros enemigos y orar por aquellos que nos persiguen, pero como Cristianos también tenemos que defender lo que creemos y estar siempre preparados para luchar por la Fe. Los días en los que vivimos ahora requieren un Catolicismo heroico, no un Catolicismo casual. Ya no podemos ser católicos por accidente, sino ser católicos por convicción.
En nuestras propias familias, en nuestras parroquias, donde vivimos y donde trabajamos - como la primera generación apostólica - debemos ser testigos valientes del Señorío de Jesucristo. Tenemos que ser un ejército valiente de hombres Católicos, dispuestos a dar todo lo que tenemos para el Señor, que lo dio todo por nuestra salvación. Recuerden que en la historia pasada, otros gobiernos han tratado de forzar a los Cristianos para que se acurruquen y escondan dentro de los límites de sus iglesias como los primeros discípulos encerrados en el Cenáculo.
A finales del siglo 19, Bismarck emprendió su "Kulturkampf", una guerra cultural, en contra de la Iglesia Católica Romana, el cierre de todas las escuelas y hospitales católicos, conventos y monasterios en la Alemania imperial. Clemenceau, apodado "el come sacerdotes", intentó lo mismo en Francia en la primera década del siglo 20. Hitler y Stalin, en sus mejores momentos, apenas toleraban que algunas iglesias permanecieran abiertas, pero no iban a tolerar ninguna competencia con el estado en la educación, los servicios sociales y atención de la salud.
En clara violación de nuestros derechos de la Primera Enmienda, Barack Obama, con su agenda radical, pro aborto, y secularismo extremo, ahora parece decidido a seguir un camino similar. Ahora las cosas han llegado a tal extremo en Estados Unidos que esta es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier Católico creyente puede permanecer neutral.
Este otoño, cada Católico practicante debe votar, y deben votar según sus conciencias Católicas, o para el siguiente otoño nuestras escuelas Católicas, nuestros hospitales Católicos, nuestros Centros Newman Católicos, todos nuestros ministerios públicos-sólo con excepción de los edificios de la iglesia - podrían ser fácilmente cerrados. Debido a que ninguna institución Católica, bajo ninguna circunstancia, jamás puede cooperar con el mal intrínseco de matar la vida humana inocente en el vientre materno.
Ningún ministerio católico - y sí, señor Presidente, para los Católicos nuestras escuelas y hospitales son ministerios - puede seguir siendo fieles al Señorío de Cristo Resucitado y de su Evangelio glorioso de Vida gloria de la vida si se ven obligados a pagar por abortos.
Ahora recuerden lo que fue la experiencia que cambió la vida y que transformó por completo a los discípulos temerosos y temblequeantes en apóstoles intrépidos y heroicos. Se encontraron con Cristo Resucitado. Ellos reverenciaron sus sagradas heridas. Comieron y bebieron con él. ¿No es eso lo que hacemos juntos aquí, esta mañana en la Misa Anual de esta marcha de hombres?
Este es el sábado de la Octava de Pascua, una solemnidad tan grande y central para nuestra fe católica que el día de Pascua se celebra durante ocho días completos, y el tiempo de Pascua se observa con alegría como los Grandes de 50 Días de Pascua. A través del poder del Espíritu Santo, Cristo - levantado de la tumba - está en medio nuestro. Su Santa Palabra nos enseña la verdad. Su Sagrado Cuerpo y la Sangre se convierten en nuestra comida y bebida.
El Cristo Resucitado es nuestro Señor Eterno, la Cabeza de su Cuerpo, la Iglesia; nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Maestro, nuestro Capitán en la lucha bien reñida. No tenemos nada que temer, pero tenemos un mundo que ganar por él. No tenemos nada que temer, porque tenemos un destino eterno en el cielo. No tenemos nada que temer, aunque la tierra puede temblar, los reinos pueden subir y bajar, los demonios pueden rabiar, pero San Miguel Arcángel, y todas las huestes del cielo, lucharán en nuestro nombre.
No importa lo que sucede en este momento que pasa, al final del tiempo y la historia, nuestro Dios es Dios y Jesús es el Señor, por siempre y para siempre. Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat! Cristo gana! Cristo reina! Cristo ordena!
Versión Original
There is only one basic reason why Christianity exists and that is the fact that Jesus Christ truly rose from the grave. The disciples never expected the resurrection. The unanimous testimony of all four Gospels is that the terrible death of Jesus on the cross entirely dashed all their hopes about Jesus and about his message. He was dead, and that was the end of it. They looked for nothing more, and they expected nothing more.
So as much as they had loved him, in their eyes Jesus was a failed messiah. His dying seemed to entirely rob both his teaching and even his miracles of any lasting significance.And they were clearly terrified that his awful fate, at the hands of the Sanhedrin and the Romans, could easily become their awful fate. So they hid, trembling with terror, behind shuttered windows and locked doors.
When the Risen Christ suddenly appeared in their midst, their reaction was shocked incredulity. They simply could not believe their own eyes. Reality only very slowly began to penetrate their consciousness when Jesus offers proof of his resurrection. He shows them the wounds on his hands, his feet, and his side. Jesus even allowed them to touch him. He breaks bread with them and eats with them. And only then could they admit to themselves what had seemed absolutely impossible - the one who had truly died had truly risen! The Crucified now stood before them as their Risen, glorious, triumphant Lord.
His rising from the grave was every bit as real as his dying on the cross. The resurrection was the manifest proof of the invincible power of Almighty God. The inescapable fact of the resurrection confirmed every word Jesus had ever spoken and every work Jesus had ever done.The Gospel was the truth. Jesus was the Christ, the promised Messiah of Israel. Jesus was the Savior of the world. Jesus was the very Son of God.
There is no other explanation for Christianity. It should have died out and entirely disappeared when Christ died and was buried, except for the fact that Christ was truly risen, and that during the 40 days before his Ascension, he interacted with his Apostles and disciples, and on one occasion even with hundreds of his followers.
Today's appointed Gospel reading for this Saturday in the Octave of Easter is taken from the 16th Chapter of Mark. It concludes with a command from the lips of Jesus, given to his disciples, given to the whole Church, given to you and me assembled here today: "Go into the whole world and proclaim the Gospel to every creature."
We heard in today's Second Reading from the Acts of the Apostles that the same Sanhedrin that had condemned Jesus was amazed at the boldness of Peter and John. Perceiving them to be uneducated, ordinary men, they recognized them as companions of Jesus. They warned them never again to teach, or speak to anyone, in the name of Jesus.
But the elders and the scribes might as well have tried to turn back the tide, or hold back an avalanche. Peter and John had seen the Risen Christ with their own eyes. Peter and John were filled with the Holy Spirit. They asked whether it is right "in the sight of God for us to obey you rather than God. It is impossible for us not to speak about what we have seen and heard."
And Peter and John and all the Apostles, starting first in Jerusalem in Judea and Galilee and then to the very ends of the earth, announced the Resurrection and the Good News to everyone they encountered.According to the clear testimony of the Scriptures, these Apostles had once been rather ordinary men - like you and me. Their faith hadn't always been strong. They made mistakes. They committed sins. They were often afraid and confused.
But meeting the Risen Lord had changed everything about these first disciples, and knowing the Risen Lord should also change everything about us. You know, it has never been easy to be a Christian and it's not supposed to be easy! The world, the flesh, and the devil will always love their own, and will always hate us. As Jesus once predicted, they hated me, they will certainly hate you.
But our Faith, when it is fully lived, is a fighting faith and a fearless faith. Grounded in the power of the resurrection, there is nothing in this world, and nothing in hell, that can ultimately defeat God's one, true, holy, Catholic, and Apostolic Church. For 2,000 years the enemies of Christ have certainly tried their best. But think about it. The Church survived and even flourished during centuries of terrible persecution, during the days of the Roman Empire.
The Church survived barbarian invasions. The Church survived wave after wave of Jihads. The Church survived the age of revolution. The Church survived Nazism and Communism. And in the power of the resurrection, the Church will survive the hatred of Hollywood, the malice of the media, and the mendacious wickedness of the abortion industry.
The Church will survive the entrenched corruption and sheer incompetence of our Illinois state government, and even the calculated disdain of the President of the United States, his appointed bureaucrats in HHS, and of the current majority of the federal Senate.
May God have mercy on the souls of those politicians who pretend to be Catholic in church, but in their public lives, rather like Judas Iscariot, betray Jesus Christ by how they vote and how they willingly cooperate with intrinsic evil.
As Christians we must love our enemies and pray for those who persecute us, but as Christians we must also stand up for what we believe and always be ready to fight for the Faith. The days in which we live now require heroic Catholicism, not casual Catholicism. We can no longer be Catholics by accident, but instead be Catholics by conviction.
In our own families, in our parishes, where we live and where we work - like that very first apostolic generation - we must be bold witnesses to the Lordship of Jesus Christ. We must be a fearless army of Catholic men, ready to give everything we have for the Lord, who gave everything for our salvation. Remember that in past history other governments have tried to force Christians to huddle and hide only within the confines of their churches like the first disciples locked up in the Upper Room.
In the late 19th century, Bismarck waged his "Kulturkampf," a Culture War, against the Roman Catholic Church, closing down every Catholic school and hospital, convent and monastery in Imperial Germany. Clemenceau, nicknamed "the priest eater," tried the same thing in France in the first decade of the 20th Century. Hitler and Stalin, at their better moments, would just barely tolerate some churches remaining open, but would not tolerate any competition with the state in education, social services, and health care.
In clear violation of our First Amendment rights, Barack Obama - with his radical, pro abortion and extreme secularist agenda, now seems intent on following a similar path. Now things have come to such a pass in America that this is a battle that we could lose, but before the awesome judgement seat of Almighty God this is not a war where any believing Catholic may remain neutral.
This fall, every practicing Catholic must vote, and must vote their Catholic consciences, or by the following fall our Catholic schools, our Catholic hospitals, our Catholic Newman Centers, all our public ministries -- only excepting our church buildings - could easily be shut down. Because no Catholic institution, under any circumstance, can ever cooperate with the instrinsic evil of killing innocent human life in the womb.
No Catholic ministry - and yes, Mr. President, for Catholics our schools and hospitals are ministries - can remain faithful to the Lordship of the Risen Christ and to his glorious Gospel of Life if they are forced to pay for abortions.
Now remember what was the life-changing experience that utterly transformed those fearful and quaking disciples into fearless, heroic apostles. They encountered the Risen Christ. They reverenced his sacred wounds. They ate and drank with him. Is that not what we do here together, this morning at this annual men's march Mass?
This is the Saturday of the Octave of Easter, a solemnity so great and central to our Catholic faith that Easter Day is celebrated for eight full days, and the Easter season is joyously observed as the Great 50 Days of Easter. Through the power of the Holy Spirit, Christ - risen from the grave - is in our midst. His Holy Word teaches us the truth. His Sacred Body and Blood becomes our food and drink.
The Risen Christ is our Eternal Lord; the Head of his Body, the Church; our High Priest; our Teacher; our Captain in the well-fought fight. We have nothing to fear, but we have a world to win for him. We have nothing to fear, for we have an eternal destiny in heaven. We have nothing to fear, though the earth may quake, kingdoms may rise and fall, demons may rage, but St. Michael the Archangel, and all the hosts of heaven, fight on our behalf.
No matter what happens in this passing moment, at the end of time and history, our God is God and Jesus is Lord, forever and ever. Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat! Christ wins! Christ reigns! Christ commands!
Excelente!!! Dios quiera que nos bendiga con Alguien así!!!
ResponderEliminarESCALOFRIANTE ¡¡¡¡
ResponderEliminarDAN GANAS DE SALIR CORRIENDO HASTA UNA IGLESIA PARA POSTRARSE ANTE EL SANTISIMO YA MISMO...
criollo y andaluz
¿No habrá por estas tierras, obispos que hablen de tal laya?¿O son todos dehormonados para jugarse públicamente por el Señor Jesús?
ResponderEliminarPodrían sacar el "Católica" del nombre de la Web, Gracias
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