Tercera Conferencia del ciclo:
La crisis del Modernismo en las venas de la Iglesia
Auspiciado por la Corporación de Abogados Católicos
Alfred Loisy, santo padre de los Modernistas
(1857 - 1940)
Desplegando la entrada se encontrarán los enlaces tanto para oír, como para bajar la presente conferencia. Si se desea escuchar la Segunda Conferencia: Precursores de la herejía modernista.
En esta tercera conferencia del ciclo sobre la herejía modernista, el Padre Alfredo Sáenz comienza analizando el contenido básico del Modernismo, a la par que explica los modos preferidos que tamaña heterodoxia escogió para manifestarse.
En cuanto al contenido, tres son las principales raíces filosóficas en las que ha abrevado. El agnosticismo, por un lado; el inmanentismo por otro, y complementariamente, la exaltación del sentimentalismo o emocionalismo.
Trátase en sendos casos de confusiones y de errores, pero amalgamados con ignorancias y también con mentiras. Vale decir que, en su conjunto, el Modernismo conjugaba peligrosamente todas las posibilidades que tiene un alma para extraviarse de la Verdad.
La idea o consigna central del Modernismo -casi obsesivamente repetida- era la de conciliar a la Iglesia con el Mundo Moderno. Consigna que llegó a ser recurrente y que, en la práctica, significó una contemporización tal de la Fe con la irreligiosidad mundana, que condujo a la apostasía, lisa y llanamente hablando.
Todo fue puesto en cuestión por los modernistas. Todo fue criticado y relativizado. Los cuatro pilares fundamentales de la vida religiosa -lo que hay que creer, lo que hay que obrar, lo que hay que recibir y lo que hay que pedir- fueron sometidos a la dura criba de su peculiar cosmovisión. Mientras el patrimonio de la tradición católica era considerado un anacronismo, una rémora, un obstáculo para la inteligencia del creyente.
Para los modernistas el humanismo fue un verdadero objeto de culto. La fiesta del hombre, el entusiasmo por el hombre, el elogio de todo lo humano, empezando por la mera humandidad de Jesucristo, tal como lo había propuesto Renán. En rigor, el nombre real de este humanismo no es otro que el de antropocentrismo. La centralidad de la creatura rebelada contra la centralidad del Creador.
En su visión dialéctica, bien estaban para los modernistas los aportes del paganismo y del cristianismo, pero únicamente como dos momentos de tesis y antítesis, que debían dar lugar a una síntesis. La síntesis era este hombre nuevo, no en el sentido paulino, sino concebido como novador, innovador, revolucionario, moderno.
En cuanto a los modos o procedimientos elegidos por el modernismo para manifestarse, fueron varios.
Pero hay que decir que se trató de un movimiento con explícito desdén hacia las masas o hacia el pueblo fiel. Su decisión era la de moverse eruditamente en los ambientes ilustrados; esto es, influir sobre las cabezas, sobre la élite de la Iglesia.
Paralelamente se buscó otro procedimiento; el de expandirse solapadamente en los Seminarios. No de un modo directo y frontal sino reptante.
Como puede observarse ambas vías de este modus operandi coinciden con las prácticas habituales de la masonería; y la relación no es antojadiza, toda vez que entre los planes masónicos y los de la herejía modernista hubo plena concordancia.
Analizados el contenido básico de la herejía modernista y sus modos preferidos de manifestación, el Padre Alfredo Sáenz aborda la cuestión de los propulsores del Modernismo.
Son unos cuantos, distribuidos principalmente en cuatro países: Alemania, Francia, Inglaterra e Italia.
Pero de este conjunto, la exposición se demora en tres figuras nefastamente representativas. George Tyrrel en Inglaterra, Alfred Loisy en Francia y Antonio Fogazzaro en Italia.
El último tramo de la primera parte de esta conferencia, y la totalidad de la segunda parte están dedicados a retratar la vida y la obra de Alfred Loisy (1857-1940). Una vida y una obra encaminadas a la apostasía, a la que llega al paso gradual pero inexorable, hasta recibir la merecida excomunión formal por parte de la Iglesia.
En cuanto al contenido, tres son las principales raíces filosóficas en las que ha abrevado. El agnosticismo, por un lado; el inmanentismo por otro, y complementariamente, la exaltación del sentimentalismo o emocionalismo.
Trátase en sendos casos de confusiones y de errores, pero amalgamados con ignorancias y también con mentiras. Vale decir que, en su conjunto, el Modernismo conjugaba peligrosamente todas las posibilidades que tiene un alma para extraviarse de la Verdad.
La idea o consigna central del Modernismo -casi obsesivamente repetida- era la de conciliar a la Iglesia con el Mundo Moderno. Consigna que llegó a ser recurrente y que, en la práctica, significó una contemporización tal de la Fe con la irreligiosidad mundana, que condujo a la apostasía, lisa y llanamente hablando.
Todo fue puesto en cuestión por los modernistas. Todo fue criticado y relativizado. Los cuatro pilares fundamentales de la vida religiosa -lo que hay que creer, lo que hay que obrar, lo que hay que recibir y lo que hay que pedir- fueron sometidos a la dura criba de su peculiar cosmovisión. Mientras el patrimonio de la tradición católica era considerado un anacronismo, una rémora, un obstáculo para la inteligencia del creyente.
Para los modernistas el humanismo fue un verdadero objeto de culto. La fiesta del hombre, el entusiasmo por el hombre, el elogio de todo lo humano, empezando por la mera humandidad de Jesucristo, tal como lo había propuesto Renán. En rigor, el nombre real de este humanismo no es otro que el de antropocentrismo. La centralidad de la creatura rebelada contra la centralidad del Creador.
En su visión dialéctica, bien estaban para los modernistas los aportes del paganismo y del cristianismo, pero únicamente como dos momentos de tesis y antítesis, que debían dar lugar a una síntesis. La síntesis era este hombre nuevo, no en el sentido paulino, sino concebido como novador, innovador, revolucionario, moderno.
En cuanto a los modos o procedimientos elegidos por el modernismo para manifestarse, fueron varios.
Pero hay que decir que se trató de un movimiento con explícito desdén hacia las masas o hacia el pueblo fiel. Su decisión era la de moverse eruditamente en los ambientes ilustrados; esto es, influir sobre las cabezas, sobre la élite de la Iglesia.
Paralelamente se buscó otro procedimiento; el de expandirse solapadamente en los Seminarios. No de un modo directo y frontal sino reptante.
Como puede observarse ambas vías de este modus operandi coinciden con las prácticas habituales de la masonería; y la relación no es antojadiza, toda vez que entre los planes masónicos y los de la herejía modernista hubo plena concordancia.
Analizados el contenido básico de la herejía modernista y sus modos preferidos de manifestación, el Padre Alfredo Sáenz aborda la cuestión de los propulsores del Modernismo.
Son unos cuantos, distribuidos principalmente en cuatro países: Alemania, Francia, Inglaterra e Italia.
Pero de este conjunto, la exposición se demora en tres figuras nefastamente representativas. George Tyrrel en Inglaterra, Alfred Loisy en Francia y Antonio Fogazzaro en Italia.
El último tramo de la primera parte de esta conferencia, y la totalidad de la segunda parte están dedicados a retratar la vida y la obra de Alfred Loisy (1857-1940). Una vida y una obra encaminadas a la apostasía, a la que llega al paso gradual pero inexorable, hasta recibir la merecida excomunión formal por parte de la Iglesia.
Dispongámonos a oir al padre Alfredo Sáenz:
Primera Parte - Calidad Estéreo
Primera Parte - Calidad Mono
Segunda Parte - Calidad Mono
La tumba de Alfred Loisy en Amberes
NO ENCUENTRO EL ENLACE PARA BAJAR LA 3ª CONFERENCIA
ResponderEliminarFaltan más conferencias del mismo ciclo? no las tienen? o es que aún no las ha expuesto el P. Sáenz?
ResponderEliminarEl padre Sáenz las expuso el año pasado y las tenemos todas.
ResponderEliminarCon tiempo las iremos publicando.
Gracias.