Liturgia de la Palabra en el
Sexto Domingo de Pascua - Ciclo A
27 de Abril de 2008
R.P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
(Audio: 24' 01")
Se ha dicho que Dios Padre actúa por medio de Dos Paráclitos enviados al mundo: el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo, abogados, consoladores y defensores nuestros, por cuya acción conjunta y personal se edifica y sostiene la vida de la Iglesia y de los cristianos.
No obstante, la figura del Espíritu Santo se ha visto un tanto eclipsada en la piedad y conciencia de los católicos, a tal punto que un autor contemporáneo lo llamó el Gran Desconocido. Lo cual es en parte comprensible porque Su acción tiene un carácter misterioso, inefable, oculto e íntimo, a diferencia de la economía del Hijo que se caracteriza por su visibilidad: Jesucristo es el Icono del Padre que se hace visible a los hombres.
Sin embargo, no hay que oponer los dos Paráclitos, uno visible y otro invisible, sino comprender la necesidad de ambos para llevar una vida cristiana digna de tal nombre. Cristo nos enseña la Verdad y el Espíritu a gozar de ella.
La doctrina de los dos Paráclitos nos recuerda un aspecto esencial del Cristianismo, el cual no consiste solamente en la afirmación de una determinada doctrina, por eminente que sea, o en una mera suma de práctica religiosos o morales, sino en la "divinización" del hombre, obra atribuida al Espíritu Santo, santificador interior de las almas por medio de la gracia.
Pero el Espíritu de Verdad tiene una característica que sorprende a primera vista: "El mundo no lo puede recibir porque no lo ve ni lo conoce". Esa atmósfera de criterios antievangélicos, del triunfo en la tierra, del acomodo, del aplauso mundano, que constituye el espíritu del mundo e insuflan la vida de los inicuos, de los amadores de las cosas terrenales, impedirá que Lo reciba.
¡Que los dos Paráclitos nos iluminen y sostengan en el camino de la vida hasta que, como dice el Apóstol, todos alcancemos la unidad de la Fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la medida de la talla que corresponde a la plenitud de Cristo!
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Magnífica homilía del P.Sáenz sobre los dos Paráclitos.En especial deseo felcitaros por haber incluído esas versiones en estéreo que nos llevan a entender y oir mas las palabras.Gracias y felcitaciones,continúen así.
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