La Esperanza Cristiana y Mariana: Virtud de la familia
Segunda Conferencia del Ciclo
La Esperanza en un mundo sin esperanza
Dictada por el Prof. Dr. Antonio Caponnetto
Auspiciada por FAMINAT
(Audio: 51' 51")
Hoy se cumple un nuevo aniversario del Primer Gobierno Patrio,
miremos el futuro con cristiana esperanza.
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En la época sombría y crepuscuplar que nos toca vivir, en la que parece haberse instalado la civilización de la acedia, se vive sin esperanza, aún la mundana. Porque a nuestros contemporáneos, la presencia fulgurante de Dios les resulta un estorbo. Parece que los ojos del corazón se hubieran clausurado a la luz.
La esperanza es la virtud teologal, originada en la realidad de la gracia y tendiente a la felicidad sobrenatural, por la cual esperamos en Dios. Por ella el hombre es un corazón inquieto que sólo descansa en el Señor.
Virtud que debe ser vivida centrando en Jesucristo todo nuestras expectativas, de modo de vencer la resignación frente al avance del mal, y ese dolor ingrato producido por el fatalismo y el determinismo. Podría decirse: ni el cansancio de los buenos, ni el acostumbramiento al mal.
En distintos lugares del Evangelio, el Señor nos pide dar testimonio de nuestra esperanza. El primero de ellos es el que dan los humildes al cumplir su deber de estado.
Pero, si como enseña Aristóteles, hemos de mirar las cosas en su máximo exponente, debemos fijarnos en el testimonio eminente de los arquetipos católicos.
En la Divina Comedia, el Dante, presentándonos al Apóstol Santiago como paradigma de Esperanza, la define como una certeza del premio, producto del favor divino y de las propias virtudes y actos, mediante los siguientes versos magistrales:
“Dije esperanza, expectación segura,
es de la gloria eterna que produce,
mérito precedente, gracia pura”.
La esperanza es una virtud connatural al hogar cristiano, que es su escuela propia, porque la Virgen Santísima, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Esperanza, está particularmente unida a él. Unida en la espera de sus propios padres, en su Dulce Nombre que todo lo puede, en las Bodas de Caná, al pie de la Cruz; María espera y siempre infunde esperanza.
Por eso, como testigos suyos, manifestemos nuestra esperanza afirmando la existencia de Dios Uno y Trino frente al olvido del Ser que nadifica la existencia; prefiriendo, como María de Betania, la mejor parte; reivindicando las esencias a través del rescate del nombre de las cosas; restableciendo las distinciones; despreciando el hedonismo y amando la austeridad y la pobreza; recordando a los que cayeron por Dios y por la Patria; envejeciendo con grandeza, fija la vista en el encuentro con el Señor; reivindicando la certeza de que el hombre está en el mundo como un centinela que no puede abandonar su puesto sin permiso de Dios; y sabiendo que Cartago no prevalecerá sobre Roma, porque Roma ya no es sólo de César, sino también de Pedro.
En esta lucha por la esperanza y con la esperanza, necesitamos el don de la disponibilidad, del consuelo, de la gratitud, y de la memoria. Disponibilidad, que significa gastar y desgastar la vida por Cristo; consuelo, que equilibra el ánimo con la certeza de que Alguien nos conforta y nos preserva; gratitud, que es una virtud conexa a la Justicia; y memoria, que es la capacidad de retener lo que es y merece seguir siendo, para hacerlo conocer y fructificar, de modo que podamos decir de las cosas de Dios y de la Patria: “Juntos estáis en la memoria mía”.
Cristo en medio de nosotros es la esperanza de la Gloria. Elevemos hacia el Señor nuestro corazón diciendo con el salmista:
En Ti me refugio, Señor,
que nunca me vea defraudado,
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Se para mí una roca protectora,
un alcázar donde me encuentre salvo,
porque Tú eres mi roca y mi baluarte,
por tu Nombre guíame y condúceme.
Que brille tu rostro sobre tu siervo,
y sálvame por tu misericordia,
sed fuertes y valientes de corazón,
todos los que esperáis en el Señor.
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Ilustra esta entrada: "Ntra. Sra. de la Esperanza", imagen que se venera en el santuario del convento carmelita de Onda, Pcia de Castellón, Valencia, España. Durante la Guerra Civil Española, fueron asesinadas allí 12 hermanas del Carmen el 27 de Julio de 1936.
Por favor, deje su comentario. Muchas gracias.
ResponderEliminarConstrucción profundísima de una meditación sobre algo olvidado hoy en el fárrago de frivolidades y "gobierno de los petimetres",como Ud.bien señala.
ResponderEliminarJorge.(Desde la orilla oriental)