martes, 1 de febrero de 2011

Nacido para ser feliz


Liturgia de la Palabra en el

IV Domingo del Tiempo durante el Año

Ciclo A

4 de Febrero de 2008

R.P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ


(Audio 28' 29")


"Los hombres no tienen más que un solo fin, el llegar a ser bienaventurados; pero buscan la bienaventuranza en diversas cosas: algunos en la riqueza, otros en el poder o en el placer; otros, finalmente, en la vida virtuosa", decía Aristóteles hablando como un santo padre. Porque desde antiguo era conocido que el hombre ha nacido para ser feliz, lo cual sólo puede lograrse siguiendo la Carta Magna del Cristianismo: "Las Bienaventuranzas".
Ellas nos convocan a ser pobres de espíritu, es decir empobrecidos en la afición a los bienes materiales, para ser ricos en Dios; a ser pacientes, resistiendo constantemente al mal, para recibir la tierra en herencia; a ser pacíficos, sometiendo las pasiones a la inteligencia y esta a Dios y coadyuvando al reinado social de Jesucristo, para ser llamados hijos de Dios.

La cara opuesta a este plan de vida, son lo que podríamos llamar ayes o malaventuranzas: ¡Ay de los ricos! que indica la peligrosidad del dinero, émulo de Dios, con su atractivo casi divino que seduce, fascina y cautiva a muchos hombres sometiéndolos a una esclavitud idolátrica. ¡Ay de los satisfechos! que contentos con los bienes de este mundo viven en esta tierra como si fuera la patria definitiva. ¡Ay de los que son elogiados por todos! porque el mundo ama, elogia e incensa a los que siguen su espíritu, que es espíritu de avaricia, de esclavitud, de la risa barata.


Cristo, que fue pobre como nadie despojándose en la Cruz hasta de su sangre, que fue paciente, valeroso y fuerte hasta el extremo del martirio, que fue odiado por la humanidad pecadora, nos invita a compartir su experiencia en el grado en que podamos hacerlo. Hoy, cuando es heroico el querer ser cristiano, pidámosle que nos dé fuerzas para serlo verdaderamente, viviendo en el espíritu de las bienaventuranzas.

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En la Ilustración: "El Sermón de la Montaña", óleo sobre lienzo del pintor neorenacentista danés Carl Heinrich Bloch (1834-1890).

1 comentario:

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